22 - Casi -

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Pablo y yo habíamos estando dando vueltas por la misma calle por lo que me pareció una eternidad.

Bucabamos la casa del Sr. Mansilla, pero parecía que se la había tragado la Tierra, o que nos había dado mal la dirección.

Pablo era terrible manejando bajo presión, así que cuando le decía que debíamos pedir indicaciones porque estábamos perdidos, él simplemente detenía el carro y me decía que saliera de Shanice. Si, había nombrado su auto. De cualquier manera, ¿qué carajos tienen los hombres con aceptar que están perdidos y pedir indicaciones? Ni que se les fuera a caer el pene por eso. 

-Té dije que era tres calles antes, idiota. -le dije a Pablo mientras le mostraba el GPS de mi teléfono. El alejó mi teléfono y soltó gruñido mientras metía reversa para regresar. 

-¿Sabes qué, Mar? -dijo entre dientes. ¡Dios! Este chico y su mal temperamento me volverían loca. -Cuando puedas manejar podrás hacer lo que se te dé la jodida gana, pero mientras yo maneje a Shanice tú te call... 

-¿Por qué demonios llamas a tu jodido auto Shanice? -lo interrumpí, enserio no entendía por qué se molestaba en ponerle un nombre. ¡Era un objeto inanimado! 

-Si vuelves a insultar a Shanice de nuevo detendré el auto y te saldrás. -me advirtió Pablo mientras llegábamos finalmente- a la calle dónde vivía el Sr. Mansilla.  Estábamos como 15 minutos tarazados, porque Pablo quiso detenerse en McDonalds a comprar una hamburguesa y una malteada, sin contar los minutos que desperdiciamos por el maldito ego masculino de Pablo al no aceptar que estábamos perdidos.  El y yo hicimos nuestro camino frente a la casa del Sr. Mansilla, la cual lucía muy normal desde fuera. No me pregunten por qué, pero siempre me imaginé que su casa luciría como una prisión, bueno, tal vez se deba a que siempre luce tan infeliz, pero en cambio, lucía bastante linda, pintada de un color crema y un pequeño jardín enfrente, lleno de flores. 

-¡Mierda! Marizza, espera. -ordenó Pablo mientras me tomaba del brazo y me jalaba hacía atrás, evitando que tocara el timbre. -¿No estás asustada por conocer a su esposa? El Sr. Mansilla nos dijo que comía ranas y otras cosas raras. 

Rodé los ojos mientras apartaba el brazo de Pablo. -Creo que es mitad Francesa o algo, el Sr. Mansilla me comentó que le decía bête.  -

Pablo frunció las cejas mientras inclinaba un poco la cabeza hacía un lado. Tal como un cachorro. -¿Qué demonios significa eso? 

Negué con la cabeza mientras tocaba el timbre, para después volver a ver a Pablo. -¿No pones atención en clase de Francés? 

Pablo abrió sus ojos. -¿Francés? Creí que era Alemán.  - Antes de que pudiera regañara a Pablo por ser tan idiota la puerta se abrió, mostrando a un mujer rubia, quien vestía un entallado vestido rojo y labial del mismo color. Pablo y yo nos míranos el uno al otro, antes de voltear a ver a la mujer frente  a nosotros. Su rubio cabello caía por sus hombros mientras nos sonreía cálidamente. 

-Bonjour, niños. -nos saludó con un adorable acento. Tanto mis ojos como los de Pablo inspeccionaban a la mujer, aún sin saber quien era.  Pablo masculló no sé que cosas, como si tropezara con sus palabras.

-¿Es-es-estamos en la casa del Sr. Mansilla o estoy en el cielo?  Lo golpeé en el brazo, sacándolo de su aturdimiento mientras la mujer frente a nosotros soltaba una risita. Entonces, llegó el Sr. Mansilla, parándose frente a nosotros. 

El gruñó mientras tomaba a la mujer del hombro. -Veo que ya conocieron a mi esposa. 

-¡¿Esposa!? -dijimos Pablo y yo en sincronía. 

Por la manera en la que el Sr. Mansilla la describía, pensarías que su esposa es una mujer loca, sin mucha importancia por su apariencia o su vida. O como si estuviera a punto de matar a alguien. De hecho, había dejado como número de emergencias al 911 antes de venir, sólo por si acaso. 

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