Capítulo 8: El Fantasma de la Espada

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—Hey tú, ponte la máscara —ordenó el hombre en un tono autoritario al rubio. Tanto él como Himeya portaban las suyas sin embargo Castel no lo hacía.

—¿Hum? No uso máscara —respondió subiendo y bajando los hombros—, con mi cara cubierta nadie podrá reconocerme.

—Cambiemos su nombre a Niño Suicida, es una buena idea —propuso Himeya de manera algo burlona.

—Ponte la capucha cuando menos —exigió el Justiciero de Negro, refiriendose a su buzo rojo. Por su parte él se colocaba las manoplas nuevamente. Al empuñarlas, volvió a recordar el enfrentamiento que tuvo con Himeya, quien caminaba a su lado tranquilamente. La actitud relajada de sus acompañantes le repugnaba.

—¿Cómo haremos para convencerlo? —pensó el castaño en voz alta—. Que sea alguien misterioso me hace desconfiar mucho. No voy a misiones sin tener información sobre el objetivo, eso es básico —agregó Himeya.

—Mejor olvídalo, en este caso debemos improvisar —ordenó Yasser al reanudar el paso.

Los tres avanzaban por el bosque con un trote constante detrás de un supuesto rastro que Krieg encontró. Fue sorprendentemente sencillo encontrar el rastro de Arasu y eso sólo hizo que Himeya desconfiara de la situación.

—¿Cuáles son sus debilidades? —la pregunta repentina hizo que los otros dos se detengan en seco—. Confíen en mí, nunca dejé a un compañero solo en el campo de batalla —agregó el castaño en un tono serio. Ambos lo miraron en silencio por un momento, analizando sus expresiones, Castel vio determinación y sinceridad en sus ojos aunque la notable cicatriz en la mejilla izquierda de Himeya despertaba muchas dudas.

—No puedo pelear con el estómago vacío —respondió el rubio con una sonrisa, haciendo que los demás fruncieran el ceño al creer que era una broma. Por otro lado Krieg se negó a responder, él no podía tener debilidades.

—Esto es serio —gruñó el castaño hacia Castel.

—Lo digo de verdad, no soy muy rápido ni fuerte pero puedo atacar a corta y larga distancia —insistió.

—Bien —dijo Himeya para luego reanudar la búsqueda, sin saber que alguien ya había detectado su presencia.

Krieg encabezaba el grupo, sus pasos eran firmes y veloces, incluso dejaba a sus acompañantes atrás, cada vez la creciente ira, de origen de sus pesadillas, le empezaban a enfurecer más y más. Los malos sueños no son buenos para él, siempre lo vuelven más errático e inestable, cosa que lo vuelve una pesadilla para los criminales, y que lo hace cometer errores.

—¿Qué te pasó en la cara? ¿Acaso peleaste con un oso o tigre? —preguntó Castel señalando el rostro de Himeya. En su mejilla izquierda se encontraba una notable cicatriz que su máscara no alcanzaba a cubrir del todo, ya que ésta sólo cubría la parte inferior de su rostro.

—No es momento de hablar de eso —contestó, aunque realmente no quería tocar ese tema. Al menos no todavía—. Quizá te cuente en algún momento, si estás interesado, además, eres más hablador que los otros dos.

—Natt y el Doc son como tumbas. Yo en realidad soy tímido y hablo cuando estoy nervioso-

—¡¿Quieren callarse?! No estamos solos aquí —exclamó Krieg controlando su tono de voz. Aunque era notable la ira contenida en sus palabras. Él avanzó y desenfundó su pistola dispuesto a abrir fuego. Nuevamente la voz de Amalia empezó a criticar cruelmente sus acciones, cosa que hacía que se enfureciera más, amenazando que cualquier cosa termine por hacerlo estallar, hacerlo estallar con la primera cosa que vea.

—Hey... ¿deberíamos decirle algo? —susurró Castel hacia el castaño.

—Mejor no, él también es un profesional en lo que hace —lo tranquilizó, sin embargo también estaba un poco nervioso por el comportamiento raro de Krieg.

Iniciativa Caídos: Ciber-Amenaza™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora