Capítulo 8

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Cuando Lacie y Aziz llegaron al establo el caballo parecía estarles ya esperando. Con una sola mirada este se agachó permitiéndoles a ambos subir con gran facilidad. Aziz extendió la mano y rozó las crines de Galeo volviendo a sonreir una vez mas. Por fin estaba montado a caballo, y esta vez con la seguridad no sólo de que su tía se lo permitía, si no de que también podría mantenerse ahí subido mas de 2 o 3 minutos. Con Lacie detrás no cabía ni la menor duda de que estaría seguro, pues por mucho que a veces su tía pudiera parecer llena de normas era cierto que siempre lo había mantenido seguro.

Mientras que Aziz jugueteaba en su mente con la idea de estar sobre el caballo Lacie estaba aún tratando de asimilar lo que había visto en la segunda planta de aquel lugar al que había llamado hogar durante 6 años seguidos. Fue justo cuando estaba saliendo de su propia habitación con todos los enseres que consideraba especialmete importantes. La vista se le fue sola hacia la puerta de la habitación de Aziz, que acostumbraba a dejar siempre abierta. Bendito sexto sentido, benditas esas acciones que hacemos sin pensar que muchas veces nos salvan la vida. Gracias a esa posible casualidad o ese acto del destino pudo ver como la ventana de la habitación del niño se encontraba abierta, y las cortinas del color del mar que ella misma había confeccionado se encontraban completamente quietas. Ni el menor movimiento se advertía en ellas. Para cualquiera al ver la estancia así podría haberlo dado por algo natural y haber proseguido con su tarea, pero el hecho de que ella no lo hiciera era lo que la diferenciaba de los que habían fallecido en circunstancias similares.

La lluvia estaba entrando por la ventana con gran ferocidad. El suelo a los pies de esta estaba empezandose a encharcar con la fuerza con la que el viento estaba metiendo esa lluvia en la habitación. Pero las cortinas se mantenían estáticas. Lentamente empezó a avanzar hacia esa estancia, necesitaba estar a rango. Un poco mas cerca, solo un poco mas. Como para poder invocar una protección sobre la puerta y encerrar a lo que hubieran enviado a por ellos ahí mismo. Lacie contaba con que la ventana ya estaría sellada, evitando tanto la salida como la entrada por al menos ese lugar. Estaban esperando que Aziz entrase en la habitación para sellar entonces la puerta, estaba segura, pues es lo que ella hubiera planeado. Podría haber funcionado si el pequeño Aziz hubiera sido el que entrase en su habitación. Con lo que no contaba el artífice era con que el destino siempre les era favorable. Los dioses estaban de su parte, tanto para bien como para mal.

Una vez se encontraba a rango del hechizo que invocaría el sello una gran acumulación de un humo negro como el tizón comenzó a salir de las cortinas. Todo aquel humo oscuro empezó a agruparse siendo unido por el viento que había traido la lluvia hasta su hogar. Habiendose servido de los elementos el artifice de todo esto había sido mas astuto de lo que Lacie creía. No hay hechizo que aplaque a los elementos naturales cuando son invocados por el mas vil de los villanos o el más justo de los héroes, pues sus causas son poderosas y eso les garantizaba gran poder. Por lo tanto ese emisario no iba a permitir que escapase sin al menos intentar alcanzarla. Así que tan pronto como se había formado se lazó contra ella intentando engullirla por completo. Lacie no tenía mucho tiempo para reaccionar, pero sabía que como el emisario la alcanzase se acabaría ahí su pequeña rebelión, doblegarían su voluntad hasta un punto tan rastrero que desaparecería en la nada sin poder decir ni "esta boca es mia".

Sintiendo las energías que emanaban del ente pudo percibir con exactitud donde se encontraba el invocador al crear tal espantosa fuerza de la naturaleza, solo había un lugar posible, en un lugar sagrado.

Ante la situación en la que se encontraba Lacie soltó un grito, y tratando de aclarar su mente todo lo rapido que le fue posible acertó a sellar la puerta justo antes de que la sombra saliera por ella.

Tras eso su memoria se volvía algo confusa. Bajó las escaleras con las cosas que había recogido, cargó a Aziz y se marchó hasta el establo. En sus recuerdos no había ni una sola imagen del anciano, y este ya estaba tardando mucho. No era por ser ya de edad consederable. Ese viejo a pesar de ya rozar los 70 tenía una salud de hierro, y podía presumir de estar en mejor forma física que muchos otros. Ahí el por qué el que no hubiera aparecido todavía signicaba algo mucho mas severo a que se hubiera cansado de correr o que fuera una persona mas bien lenta. Podría haberle pasado algo. Podría haber sido engullido por aquel emisario de sombra.

El Consejo de marfilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora