Capítulo 11

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Teniendo en cuenta que los miembros del grupo aún no se sentían del todo cómodos los unos con los otros no hubo mucha más conversación cuando cada uno cenó la parte que les tocaba del pájaro. Tuan trató de conversar sobre los dioses, pero el propio Kalet le hizo callar.

El que decía ser el líder del grupo daba la imagen de un hombre presumido e interesado cuando se encontraba rodeado de gente ajena al mundo de la batalla. No dejaba de preguntar sobre el dinero que ganarían, sobre las armas poderosas que seguro que les iban a facilitar y las mujeres que tendría rendidas a sus pies. Pero tras salir del castillo con una mano delante y otra detrás había caído en la cuenta de lo que tenía que hacer y con lo que contaba.

Iba a tener que ir detrás de una de las hechiceras mas poderosas y peligrosas que existían. Tenía que tener tantas cosas en cuenta que estaba algo preocupado. Había estado en guerras, pero eran más sencillas que esto a lo que se enfrentaba. No podían pisarle los talones a esa mujer, pues podría detectarlos y volverse irrastreable, pero si iban muy de lejos podían perderle la pista de forma muy sencilla. Como era ella la que les llevaba la delantera les pillaría constantemente por sorpresa a dónde irían esta vez, dejándoles menos tiempo para prepararse para la situación política de ese sitio o para siquiera plantearse si se trataba de una trampa guiada por la estúpida mujer. Y claro, si la encontraban no debían luchar con ella, pues con todo el poder que poseía dificilmente podrían vencerla. Pero por el contrario tampoco podían dejarla ir con la posibilidad de que se marchase nuevamente. Para colmo estaba esa estúpida profecía que Enós les había cargado encima. No sabían nada de ella, ni de cómo cumplirla. Ni si quiera la conocían completa. Y pese a todo ello debían seguila al pie de la letra de alguna forma. ¡Quién sabía que consecuencias habría si no era así!

Lo habían lanzado a las tierras bajas, donde reinaba el caos y donde varias guerras estaban teniendo lugar, para perseguir a una mujer y quizá encontrar a un crío del que no saben ni su aspecto ni si sigue vivo.

Lo que menos le apetecía era que un viejo al que acababa de conocer le soltase charlas tontas de los dioses o de cosas que han hecho. Si los dioses eran tan increibles y buenos no hubieran permitido que sucediera algo así. Le importaba bien poco que lo Tuan dijera del libre albedrío y de que era una muestra de amor. Crueldad era crueldad, mal era mal. Y si los dioses amasen a todo el mundo no permitirían ni las guerras, ni el sufrimiento, ni el hambre. Las lecciones se pueden enseñar de alguna forma alternativa que no sea con la sangre. Quizá simplemente hacer que los seres vivos no deban aprender nada solucionaría todos sus problemas. Nacer sabidos de todo con el sólo propósito de ser feliz. Eso sería lo ideal para Kalet.

La gota que colmó el vaso fue sin duda la intervención, divina según Tuan, de Pervinca y Thareo. Los dioses salvan a ese chico, que no es nadie ni tiene nada destacable, y en cambio no salvaron a los reyes de Etherum ni al pequeño niño libre de toda culpa. ¿Dioses bondadosos?¡Y una mierda para ellos!

Aún le dió un par de vueltas al asunto metido en su saco, y dormido se quedó dándole las mismas vueltas a las cosas. Al menos toda la amargura por la que estaba pasando había servido para que el líder dejase las tonterías a un lado y se centrase en lo que realmente podría serle de utilidad al grupo. Por la mañana, por ejemplo, con su mandoble a la espalda se marchó a hacer perímetro de la zona y asegurarse de que todo seguía  como debía estar. No llegó tan lejos como lo había hecho Piero el día anterior, pero no lo vió necesario.

—Atravesaremos el bosque de día, sin seguir el sendero, cualquier animal salvaje es mejor que emisarios de cualquier tipo o de gente que corra la voz de nuestra presencia—pese que hablaba en voz alta todo ello era dicho para sí mismo—luego una vez fuera podemos ir al antiguo lugar en el que se la avistó. No será dificil. Y después de eso será seguir el rastro...y después...después...

El Consejo de marfilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora