Capítulo 13

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Cuando ya habían atravesado el bosque de los caídos empezaron a montar un pequeño campamento para pasar la noche que se acercaba. No entraba dentro de los planes que había hecho Kalet, pero tampoco entraba en ellos ser atacado por una bestia que precisase de dos soldados como Piero y él mismo para caer.

—No hay nadie herido ¿no?—La voz del corpulento Piero llamó la atención del líder del grupo, que negó.

—Estoy perfectamente, y los demás no hicieron una mierda, así que ellos están mejor que bien.

Alaric por un momento pensó en ofenderse, pero las palabras del castaño no eran mentira de ninguna forma. Sí, él había disparado, y había sido certero. Pero no había servido para nada más que alertar a la bestia de que estaban allí y que podía atacarles.

—Haré perímetro—Piero se levantó sin esperar más respuesta, pero por supuesto Eleanor no podía desaprovechar la oportunidad de decir algo

—¿Le vamos a dejar?—preguntó a los demás—Yo creo que es una excusa más que evidente para no montar campamento

El resto de compañeros la ignoraba por completo, pero Piero en cambio se cruzó de brazos.

—Déjame adivinar, eres tú la que quiere escaquearse

—¡Hombre!¡Pues sin lugar a duda!

—Ve a hacer perímetro con él entonces y deja de tocar lo cojones—dijo Kalet sin ni si quiera alzar la mirada del fuego que estaba intentando prender.

Eleanor no necesitaba precisamente ningún tipo de permiso para hacer lo que quisiera, pero si el jefecillo le daba vía libre tampoco iba a ser una ingrata y no aprovecharlo. Se levantó del suelo y espolsando sus pantalones se acercó al grandullón de Piero.

—Pues a que esperamos. Vámonos—Sin duda la de ojos violetas estaba más que emocionada.

No por el hecho de hacer perímetro en sí, si no por que haciendo eso se evitaba tener que colaborar con esos ineptos. Y sobre todo no tendría que soportarlos. Las actitudes de todos ellos eran más que molestas. La niña, Mellea, paseaba como alma en pena allá a donde iba. No decía nada, pero sólo con ver las caras que ponía, cómo se apartaba de todos y esos suspiros con ánimo de lástima extrema estaba bien claro que buscaba la atención de cualquiera. Eleanor no la soportaba por eso mismo. Todo el tiempo parecía estar sintiendo las cosas de forma exagerada y poniendo vocecillas de niña pequeña a punto de llorar con tal de encontrarse con la simpatía de su padre o de cualquier otro.

Luego estaba Tuan, el que se creía el más sabiondo y salvador de todo el mundo. Cada vez aguantaba menos sus discursillos sobre los dioses, lo buenos que eran y lo que hacía por todos ellos. Es muy facil asegurar que los dioses te sonrien cuando has tenido una vida en la que nunca te ha faltado nada en absoluto. Pero cuando vives en la calle durante años a la merced de las inclemencias del tiempo y pasando un hambre voraz te empiezas a replantear la bondad y misericordia de esos dioses tan adorados. El anciano decía conocer a la perfección cómo funcionaba el mundo con solo haber estudiado las caras de todos los dioses y lo que habían hecho por los humanos. Pero es dificil conocer como es el mundo cuando solo has visto a los pobres y misirables desde lejos, sin vivirlo en tus propias carnes. El mundo es muy bonito cuando tienes tus necesidades básicas cubiertas.

Alaric en cambio no era el mas molesto. No era muy hablador y cuando hablaba o hacía algo  quedaba en rídiculo. Aún así precisamente eso era lo más molesto. Estaba todo el tiempo haciendo cosas o queriendo hacer cosas sólo para fallar estrepitosamente. Y cuando no fallaba lo que hacía era una estupidez sin uso alguno. Como aquello del pájaro en el jardín del castillo. ¿A razón de qué se pone a dispararle a un pájaro que pasaba por allí? Conociendo a los ricachones ese pájaro sería selecto de alguna forma y probablemente costaría más que la vida de todos ellos junta.  El tipo tenía puntería, sí, pero ¿de qué sirve cuando ni apuntando bien haces algo útil? Si tuviera que describirlo con una sola frase Eleanor diría que el chico era perspicaz pero tonto.

El Consejo de marfilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora