Capítulo 16

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Unos zapatos ruidosos caminando por la madera del lugar alertaron a Lacie de que alguien venía con alguna información importante. No quiso prestar demasiada atención, pues la cocina estaba especialmente ocupada en horas como estas. Apartó la cazuela del fuego con un suave movimiento de codo mientras que sus manos batían el merengue para que tuviera la consistencia que deseaba.

—¡P-pero escuchadme!—El hombretón en el que se había convertido Tales pataleó como bien lo haría su propia hija—¡Es un soldado del reino! Quiere entrar a rebuscar por el lugar.

Los sentidos tan protectores de Lacie, que llevaban un tiempo adormecidos, se dispararon por completo al escucharlo.

—¿¡D-donde está Aziz!?—Exclamó mirando a su alrededor.

Que un extraño exigiera una petición tan peculiar era digno de sospecha, y conociendo lo impulsivo que era el chico no quería que se metiera en lios.

Ante la pregunta Tomelilla alzó la cabeza como una ardilla lo haría. Lacie suspiró temiéndose que esa mujer hubiera engatusado a su sobrino para que hiciera alguna cosa que no le correspondía.

—Fue a ayuda Helena con la señora de la 12 y su hijo. —Lacie deseó que la charlatana mujer se detuviera ahí, pero por supuesto no pudo ser—Luego dijo que ayudaría a Gondara con sus hijos, y a Percival con el tejado. ¡Que suerte tienes Lacie! Tienes al niño mas bueno y servicial de todo el lugar. Siempre está listo para ayudar a quien sea.

Lacie forzó una sonrisa y asintió. Sabía de primera mano que estaba exagerando para ganarse su favor. La gente solía ser así de falsa, asi que no le prestaba demasiada antención.

Pero lo importante era que ese soldado no debía acercarse a Aziz, y para eso mismo ella debía ser quien acompañase al visistante en la búsqueda que pretendía hacer. Se secó las manos en un trapo de cocina y marchó con Tales.

-¿Cómo está tu niña?-Cuestionaba mientras tanto la mujer de cabello castaño

-Cada día mas hermosa, como su madre.

-Y yo que juraba que se parecía a ti-dijo con una leve sonrisa la mujer

-Todos dicen eso, pero yo me niego. Mi nena es la viva imagen de su madre. De mi heredó el cabello, nada más. Su caracter, su belleza, todo de su madre.

No tardaron mucho en llegar a la entrada donde les esperaba el soldado. Reconocía la armadura a la perfección, el propio Declan había vendido una igual muchos años atrás. Quien se encontraba delante de ella era un comandante del ejército de Atlagur.

-Dichoso día-Saludó en caballero con una perezosa reverencia-A sus pies, señorita.

La mujer simplemente asintió.

-Vengo a una inspección rutinaria. Ando en busca de criminales que posiblemente se alojen aquí, aprovechándose la gente humilde y trabajadora como ustedes, para esconderse y huir de la justicia

-Claro claro...-Lacie volvió a asentir-Pase, señor

Aquel soldado obedeció, y la mujer no tuvo mas remedio que enseñarle toda la planta de abajo de la posada con gran detalle. Y no satisfecho con poder mirar cada rincón el hombre exigía presentación de todos y cada uno de los que ahí vivían y se se hospedaban.

Mientras empezaban a repasar la cantina el que apreció muy agitado fue Gideon. Su grueso cuerpo se acercó a ambos y preguntó con cierto altero que por qué se estaba molestando a sus clientes y a los trabajadores que estaban ocupados.

El soldado volvió a repetir toda su parafernalia, lo cual dió tiempo a que Lacie y Gideon compartieran una mirada que lo decía todo.

Jamás, en todos estos años que llevaba Lacie allí, ni lo que Gideon llevaba con la posada, se habían enfrentado a un control. Por lo tanto estaba bastante claro que "rutinario" no era la palabra mas clara para describirlo.

El Consejo de marfilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora