—Aún no nos has dicho que es lo que vamos a hacer, tía—le preguntó Aziz a la mujer mientras desayunaban.
La posada no tenía cocinero que pudiera hacerles nada, pero tras algo de negociación de tia Lacie se le había permitido que esta cocinase en ella. Al menos así no proseguirían su camino con el estómago vacío.
—Tampoco estoy muy segura de lo que vamos a hacer, Aziz. La situación es complicada—se limitó a hacer esta mientras mordía una rebanada de pan.
—Pero sí que parecías muy segura de que debíamos irnos.
Se hizo un pequeño silencio incómodo. La mujer ya se había hecho a la idea de que Aziz siempre iba a estar en contra de la decisión que ella había tomado, y que se la echaría en cara siempre que pudiera.
En cierto modo le parecía correcto que el joven expresase sus sentimientos, era algo sin duda terapéutico y sano para su joven mente. Pero por supuesto eso implicaba cierto comportamiento algo desafiante hacia ella. Pese a eso, si el desafiarla un poco fomentaba su pensamiento crítico y la validación de como se sentía Lacie podría soportarlo.—Hay muchas cosas que no comprendes, Aziz. Y no espero que las entiendas.
—¡Por supuesto que no lo esperas! Imposible que yo entienda algo que no me explicas. —De malas maneras el joven empujó su plato por la mesa—¡Esperas que yo te cuente las cosas y tú a mi no lo haces!
—No te falta razón—La mujer de cabellos castaños detuvo el plato con su dedo índice— pero es que es mucho que explicar. Para que entendieras esto...debería explicarte como funciona nuestro mundo.
Aziz resopló y se cruzó de brazos.
—Sí si, hay gente buena, y hay gente mala. Y seguro que justificarás esto diciendo que los buenos debemos evitar salir heridos por los malos y blah blah blah.
Lacie abrió un poco más los ojos, con sorpresa, y negó. Ella creía haber educado a Aziz en el conocimiento, pero quizá los cuentos que ella le llevaba años contando habían quedado como eso, cuentos y fantasías, en vez de lecciones.
—No me refiero a eso, chico. Me refiero a como funciona nuestro mundo en su forma más primitiva. En como nuestro mundo vino a ser y como sigue siendo. Los dioses...—de el cuello de su camisa la mujer sacó un medallón con la imagen de una mujer—espadas... —señaló la espada de Declan que el chico tenía no muy lejos de él—y magia. —con un pequeño movimiento de manos el plato de Aziz se elevó unos centímetros y se acercó a él, invitándole a comer una vez más.
—T-te...te ví usar magia allí...en la posada.—Murmuró Aziz.
Pero el que sí que no había visto, o recordaba haber visto, a Lacie hacer magia era el pobre Hevonnen, que miraba a tía y sobrino con los ojos como platos y la boca abierta.
—Hevonnen querido, se te van a irritar los ojos si no pestañeas—le avisó la mujer con tono dulce.
—S-si, perdón—el hombre se obligó a cerrar la boca y frotó sus ojos para calmar el picor que sentía por haberlos tenido abiertos tanto tiempo.
—¿Qué tiene que ver la magia y los dioses y todo eso con la razón por la que nos fuimos?—cuestionó Aziz.
—Significa que es como todo, los dioses, las espadas y la magia pueden hacer cosas buenas y malas, como has dicho. Pero no nos vamos por huir y que no nos hagan daño. Las injusticias se pagan, Aziz. Los crímenes se castigan. —Lacie comenzó a peinarse el cabello con sus dedos.
—El abuelo siempre decía que la justicia n-no debe...ser por cuenta propia...—comentó el joven tratando de ignorar que él mismo deseaba esa venganza.
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El Consejo de marfil
Fantasy¿Qué prodigio ha podido unir a tantos soldados? ¿Hacia que sueño marchan compactos como uno solo? ¿Acaso un sueño es suficiente para obrar algo así? Tras el asesinato de los reyes y el secuestro del heredero de Etherin los reinos medios sucumben al...