Capítulo 10

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Cuando Lacie despertó el carro había pasado por un bache increible. Todas las tablas de madera que formaban el cubículo en el que estaban todos los esclavos, entre los que se encontraban ellos, temblaba con cada bache por el que pasaban, y los niños que había ahí dentro dejaban escapar un pequeño sollozo. La mujer revisó toda la parte interior de carro intentando buscar alguna pequeña forma de escape, por ínfima que fuera. Pero tras un buen rato de analizar de arriba a abajo todo el lugar constató que realmente lo unico que escaparía de allí serían los sollozos de esos niños. Para ser un carro que por fuera aprecía viejo y estéticamente feo por dentro estaba muy bien cuidado y hacía su función a la perfección.

Gracias a ese pequeño repaso del lugar habia visto que las mujeres se encontraban a un lado y los hombres a otro, por alguna extraña razón no se mezclaban pese a que podrían hacerlo en cualquier momento. Familias enteras se encontraban presumiblemente ahí, y pese a eso marido y mujer permanecían separados, como si al mezclarse hombre y mujeres el mundo entero fuera a explotar. Gracias a esto ya sabía donde se encontraban Aziz y Declan, pues de entre todos los hombres eran los mejor vestidos. El pequeño seguía dormido mientras Declan lo abrazaba. El anciano parecía hablar con un joven cerca de él que, a diferencia de los demás reía y paecía muy tranquilo. El chiquillo tendria quiza 10 u 11 años, y con solo mirarlo Lacie se daba cuenta de que el chico no tenía ni un ápice de miedo a la muerte. Le resultaba fácil reconocerlo, pues ella era igual, y almas atormetandas resuenan en un lugar diferente, así que se encontraban entre sí muy fácilmente.

La mirada de Declan coincidió con la de Lacie, y tras avisar al chico y decirle que le siga trató de acercarse mas a esa línea invisible que separaba a hombre y mujeres. Avanzó un par de metros, pero sólo para ser empujado de vuelta a su sitio por los de su propio grupo.

—¡Es mi hija!—Se quejó el anciano

—Son las reglas—Respondieron algunos

—¿Y quien puso esta estupidez de norma?

Nadie supor realmente responder, asi que reinó el silencio durante unos minutos. Ahí tanto Declan como Lacie vieron lo que estaba sucediendo. Ellos mismos se habían impuesto esa separación. Los límites que habían creado algunos pocos estaban limitando a todos los demás. Así que a Declan y Lacie solo les quedaba mirarse y hacer gestos para poder comunicarse. Lacie tuvo que calmar al anciano en cuanto al estado de salud de su nieto, pues este no había despertado en todo el rato, y el abuelo se temía lo peor. Una vez aclarado el de cabello blanco presentó al chico con el que llevaba rato hablando. El chico al parecer estaba compinchado con alguien, algún familar pudo entender. El joven tenía gran confianza en que iba a ser rescatado por ese familiar, y que los iba a liberar a todos.

Por mucha confianza que tuviera el chico Lacie no estaba mas convencida de que fueran a salir de esta, pero por la confianza que Declan depositaba en el muchacho lo dejó estar, sin sacar pegas. Realmente el que los había metido a los tres en esta situación no había sido otro más que Declan, pues si ella hubiera seguido sus instintos probablemente ya hubieran llegado a donde pretendían ir.

Solo le quedaba recostarse y esperar a que llegaran a donde fueran a ir o que realmente el familiar del muchacho fuera a rescatarlos. Fuera lo que fuere no estaba en su mano hacer más, pues usar magia solo traería más problemas.

Habían pasado varias horas cuando se empezó a escuchar la melodía que los esclavistas habían usado para detener a Galeo hacia tiempo atrás. El carro en ese momento se detuvo y Lacie abrió un ojo, como si así feura a mejorar de alguna forma su capacidad de oir. Fuera los hombres hablaban, se preguntaban entre ellos que hacer y qué estaba pasando, y ahí la mujer de ojos azules se dió cuenta de que la música no la estaban tocando ellos.

—¡Que pieza más escalombrosamente fantástica!—una voz mas adulta que la de todos los esclavistas resonó por el carro—Una verdadera delicia.

Sí, el arpa era una buena pieza mágica, y en el mercado negro se vendería por muchisimas piezas de Ether. Pero para sorpresa de todos lo que buscaba el hombre no era el arpa.

—Teneis algo que quiero. Y yo tengo algo que vosotros quereis—el hombre canturreaba cada palabra que decía mientras tocaba el arpa al azar—¿Qué os parece un trueque?

Los comerciantes de esclavos o estaban mudos o hablaban muy bajito, por lo que Lacie pegó aún mas el oido para escuchar que sucedía fuera. Pero lo que pudo oir nada mas poner el oído era como los que los habían capturada ponían pies en polvorosa presumiblemente con el arpa en sus manos. El silencio que se hizo entonces estuvo muchísimo mas claro, nadie habló, hasta parecían estar conteniendo la respiración.

Todos menos el joven de cabellos rubios, el que había jurado y prejurado que un familiar vendría a por él. El chico se puso de pie y rió escandalosamente.

—¡Papá!¡Buen trabajo!—Exclamó golpeando la puerta

El cierre que esta puerta tenía se abrió por completo, y con unos cuantos empujones de un par de esclavos esta se abrió del todo, dejando ver justo delante un hombre de unos 45 años, con el cabello negro pero con entradas de canas muy enraigadas. Los ojos marrones del hombre miraban con júbilo al muchacho que le había llamado anteriormente.

—¡Lo hiciste muy bien Aarón!—El adulto abrió los brazos y cuando el chico se lanzó a ellos lo estrechó con fuerza—Venga, todos desfilando hacia afuera, el carromato es mio ahora.

Los esclavos fueron saliendo de uno en uno mientras padre e hijo empezaban a hacer planes sobre lo que harían en su interior. Cuando le llegó el turno de salir a Declan el chico lo apartó para que hablase con su padre. Lacie lo miró con nerviosismo, pues no parecían trigo limpio, pero cuando le llegó el turno de salir Daclan ya había pactado algún tipo de acuerdo con la pareja y no había más que hablar.

—Ellos nos llevarán hasta la Hacienda de mi amigo—dijo el anciano orgulloso de si mismo—Este de aquí es Will, y su hijo Aarón

Había hablado con ellos y parecían gente amigable. El hombre adulto decía ser un coleccionista con muy buen ojo para los objetos de gran valor.

—¿Y el arpa, padre?¿Les dejaste escapar con ella?—Cuestionó el Aarón comiendo a toda prisa el mendrugo de pan que su padre le había ofrecido.

Este sonrió con gran picardía y negó sacando tras su capa una diminuta joya.

—Eso no es un arpa...—murmuró el chico algo ya decepcionado

—Calla necio, esto es precisamente lo importante de toda esa pieza de madera

Lacie observó con mirada crítica al hombre. Se preguntó varias veces a si misma cómo había sabido aquel señor que lo importante no era el arpa en sí. Solo un mago poderoso o alguien muy importante podría hacer algo así.

—Tengo buen ojo para los tesoros~—canturreo Will-Soy un coleccionista ¿saben? Mi hijo y yo vagamos por el mundo recogiendo los objetos más preciados y valiosos. Luego regresamos a mi mansión y los expongo

—¡Maravilloso! —exclamó Declan sorprendido

Pero Lacie se fiaba bien poco de aquel hombre, y menos cuando mientras vió que al andar, tenía una pequeña cojera.

—Así es—Will río levemente subiéndose la parte del conductor de carro—Pero sin duda alguna la pieza más valiosa de mi colección es mi hijo

Aarón sonrió al escuchar a su padre y sonrió

—Así debe ser, un hijo es lo mejor que existe

Al hablar de hijos Lacie se percató de que Aziz aún sería bajo su embrujo, continuaba dormido en brazos de Declan como si el resto de la vida no fuera con él. Se sintió tentada en dejarlo así, pero sabia que Declan de preocuparía por el chico, así que era mejor despertarlo.
Lo cargó ella misma y con una delicada dulzura le dio un beso en cada párpado.
De esos pequeños ojos escaparon unas lágrimas igual de pequeñas y se abrieron algo confusos.

—Tía~—El niño sonrió con profundo amor al ver a su tía—he dormido muy bien~

—¡Y mucho!—Lacie lo dejó en el suelo y peinó su cabello con los dedos-eres todo un dormilón

Aziz asintió aún sonriendo y empezó a observar con visible entusiasmo todo el lugar.

—Todos a bordo—canturreo Will—Tengo un lugar al que llevaros ¿no?

El Consejo de marfilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora