Los primeros en regresar a la habitacion fueron Alaric, Mellea y Tuan. Eleanor no le dio mucha importancia y se arrebujó aún más entre sus sábanas tratando de que el ambiente nocturno no se le clavase hasta los huesos. Los recién llegados se acomodaron en la habitación y permanecieron en silencio.
Alaric había revisando a Tuan para asegurarse de su estado físico, pero eso no rompió el sosiego en ningún momento. Eleanor no tenía mucha idea de lo que había sucedido, y tampoco parecía muy interesada, así que cerró los ojos con fuerza y siguió insistiendo en ignorar el dolor que la devoraba por dentro.Todo fue diferente cuando los que llegaron fueron Kalet y Piero. Un gran portazo inundó la estancia y las risotadas de ambos hombres chocaron contra las paredes y se hicieron eco. Así la mujer de cabellos negros tenía imposible dormir, así que suspiró y asomó la cabeza entre su manta para al menos ser participe de la diversión.
—¡Ha sido como en los viejos tiempos!—Exclamó Kalet eufórico
El grandullón asintió y riendo un poco se sentó en la cama. Continuaron hablando un poco más, recordando viejos tiempos en tabernas similares.
Algunas de estas historias hacían reír al resto del grupo, otras les hacían temblar un poco de asco. Pero tras cada una de ellas Tuan agradecía la ayuda recibida. Seguía algo alcoholizado, pero aún asi tenía la suficiente lucidez como para ello.A la mañana siguiente el grupo se preparó para proseguir su viaje. Eleanor cargó el caballo con pesadez. Aun había demasiada magia en el ambiente, y provocaba dolor en sus articulaciones como si se las estuvieran serrando a cada movimiento que hacia.
Decírselo a sus compañeros no era para nada una opción, pues eso no haría que su dolor fuera a menos. Pese a eso en momentos así sí que deseaba tener algo de confianza con alguno de ellos como para contarlo y que alguien, al menos, tuviera cierta compasión con ella.—¿Estas bien?—preguntó entonces Piero mientras con un brazo tomaba la mochila de Eleanor y la cargaba en el caballo sin esfuerzo.
—¡Hey! Eso lo estaba haciendo yo. ¿Que te pasa, grandullón?¿Sientes la necesidad todavía de rescatar mas gente? ¿No fue suficiente?—respondió ella en tono burlesco.—No soy una dama en apuros, la princesa está en otro castillo
— No es necesidad de nada. Te mueves como si te doliera algo. ¿Te hirió alguien?
—Metete en tus asuntos, Piero. Te iría mejor a ti, y a todos. No te nos desmayarías y no tendríamos que parar por ti. —Eleanor apretó sus labios con fuerza y subió a su caballo de forma violenta pero fluida, para demostrarle a su compañero que estaba bien.
Durante todo el movimiento un dolor insoportable la quería hacer temblar, pero por orgullo reprimió estos temblores como pudo.
—No nos retrases mas—terminó diciendo ella—súbete a tu caballo.
Piero dio una palmada al animal y sin decir nada más fue a hacer lo que le habían dicho.
No sólo es que no se creyera que a Eleanor no le pasase nada, si no que nadie más lo hacía. De hecho, le habían pedido a él que le preguntara, pues consideraban que él podría ser el más cercano a la mujer.
Viendo que no iba a haber forma de hacerle decir lo que le sucedía decidieron hacer caso a sus deseos y proseguir el viaje sin más demora.Una vez todos estaban subidos en sus caballos comenzaron a marchar hacia la salida del pueblecito. Eleanor no perdió mucho el tiempo, e ignorando su incomodidad se fijó en todos los jóvenes que se topaban por el camino por si alguno cuadraba con la descripción de los gemelos. Habia muchos chiquillos por la calle. Los mas pequeños jugaban con palos como si fueran soldados, y otros, mas mayores, parecían entrenar en combate con seriedad , como si realmente quisieran unirse al ejército.
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El Consejo de marfil
Fantasía¿Qué prodigio ha podido unir a tantos soldados? ¿Hacia que sueño marchan compactos como uno solo? ¿Acaso un sueño es suficiente para obrar algo así? Tras el asesinato de los reyes y el secuestro del heredero de Etherin los reinos medios sucumben al...