[ veintisiete ]

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Me acerqué al lugar en donde había dejado mis cosas y las tomé.
Busqué a Alice con la mirada y despacio me acerqué a ella.

-Alice, necesito hablar contigo- le dije ella me miró.

-Luego continuamos muchachas- les dijo a las modelos que me echaron una devoradora mirada, como si yo fuera algo de comida. Aunque si lo soy, en este momento me siento como un yogurt vencido- ¿Qué sucede pequeño?

-Alice, renuncio- solté lo que tenía pensado sin ninguna traba. Sus ojos se abrieron bien.

-¿Qué? Pero, ¿Por qué? ¡No puedes renunciar! ¡Eres el mejor ayudante que he tenido en años, Jughead!- me dijo.

-Lo sé, lo sé, no hay nadie como yo. Pero es lo mejor para mí, antes de que tu hija me vuelva completamente loco.

-¿Quieres que la rete un poco?- preguntó.

-No, no. Eso no cambiaría mi problema- dije. Me acerqué a ella y besé su mejilla- Eres la mejor jefa que un chico como yo podría tener...
Sus ojos se humedecieron y me miró con tristeza.

-Y tú eres el mejor ayudante del mundo- me dijo y acarició mi mejilla maternalmente.
¿Hace cuánto que no recibo una caricia así? Tal vez de mi nana, pero no se siente parecido a la caricia de una madre. Eso debe sentir Betty cada vez que su madre la acaricia o la mima.

-Adiós Alice- dije por lo bajo.

-Toma- sacó de su bolsillo un sobre con dinero- Esto es tu sueldo del mes...

-No, no lo quiero...

-¿Cómo que no Jughead? Por favor, déjame pagarte...

-No podría cobrarle al mejor trabajo de mi vida.

-Por favor, por lo menos dame ese gusto. Ya que no te quedas, déjame pagarte el mes.

-Pero aún no termina el mes...

-Tómalo y no acepto un no- sentenció. Suspiré y tone el sobre. Ella se acercó a mí y me abrazó- ¿Vendrás a visitarme?

-Cada vez que pueda- le dije.
Se alejó y sonrió.

-Ya puedes irte.
Sonreí y me di vuelta para irme a quien sabe dónde a despejar un poco mi cabeza y mis problemas. Mejor dicho mi problema el cual tiene nombre y apellido, Elizabeth Cooper.
Salí de las oficinas sobre Betty mi moto y comencé a andar sin rumbo alguno. Hasta que sin darme cuenta me estacione frente al bar de Polly.
La última vez que vien aquí fue cuando esa... esa condenada se puso a bailar sensualmente y provocar a todos los borrachos del lugar. Me bajé de la moto y caminado despacio entré.
Para la temprana hora que era, el lugar ya estaba infestado. Este era un lugar perfecto para desahogar culpas, dolores y problemas. Y no había nadie mejor que Polly para hablarlo. Ella no ponía límites para tomar. Ella te dejaba tomar hasta que se te diera la gana, y por eso era en bar más visitado de todos. Sonando los huesos de mis manos me senté en la barra. Polly me miró sorprendida.

-Vaya, vaya- dijo y sonrió. Hace bastante que no te veía por estos lados, Jughead ¿Qué te ha pasado?

-Sírveme un vaso de vodka- le dije. Ella asintió.
Puso el vaso frente a mí y lo llenó hasta el tope. Mi celular comenzó a sonar. Busqué en mi bolsillo y miré la pantalla. Betty llamando. Vacilé algunos segundos en contestar, pero fue más fuerte que yo y terminé por contestar.

-Hola- dije apenas contesté.

-¿Dónde estás? ¡Te necesito!- me dijo ella. Cerré los ojos con fuerza y maldije para mis adentros.

-Supongo que no te refieres a que me necesitas porque no puedes vivir sin mí, sino que quieres que te haga algún mandado ¿verdad?- le pregunté.

Peligrosa Obsesión| Bughead Donde viven las historias. Descúbrelo ahora