El Príncipe YoonOh no era especialmente paciente y él lo sabía.
Le aburrían las reuniones oficiales y las cenas de gala, aunque siempre era divertido que alguien cayera dormido en su sopa de lentejas en medio del salón, no le gustaban los desfiles reales —aunque ver al pueblo haciéndole reverencia al pasar era algo que le encantaba— y en definitiva se sentía desesperado cuando alguien era demasiado lento, el tener que esperar era algo que lo enojaba.
Él quisiera andar con un látigo por el mundo golpeando a todo aquel que no se mueva a su ritmo.
Y luego estaba Sicheng.
Que si bien no era lento en la vida en general, se tomaba su tiempo para arreglarse... mucho tiempo, su prometido, Yuta y Chittaphon son los únicos que se seguían vistiendo formalmente para cada cena, con su traje impecable, un saco bien colocado, la banda celeste cruzando su pecho y el medallón de su reino colgado en el cuello.
Arreglarse solos había sido una total mierda los primeros días, nadie sabía bien que era lo que iba primero porque ellos solo se quedaban parados con brazos abiertos esperando a ser vestidos, así que simplemente habían abandonado la idea de lucir bien, casi todos se la pasaban con una camisa mal planchada y un pantalón cualquiera sin poner mayor esfuerzo, pero ellos tres habían descifrado el rompecabezas de alguna forma.
Se habían vestido solos —y mal— muchas veces pero a final habían encontrado la manera correcta, intentaron enseñarles, si, pero nadie iba a invertir tanto tiempo solo para que ellos se vieran entre sí.
Si no se puede presumir ¿qué sentido tendría?
—Puedes adelantarte, llegaré en un rato. —murmuró Sicheng viéndose fijamente en el espejo, su prometido colocándose la faja de la cintura sobre su camisa, el cabello un poco alborotado mientras se rodeaba con sus propios brazos.
Estaba loco si creía que se iría, oh, él estaba disfrutando la vista, aunque claro, no se lo diría— ¿Para que crean que te mate y oculte el cadáver? No gracias... nos vamos juntos —reclamó, pero casi jura ver una pequeña sonrisa en el rostro de Sicheng.
—Bien, si igual te quedarás ayúdame con esto. —el menor tomó el medallón del reino Keun en sus manos y lo entendió hacia él— así llegaremos antes —ahora si, una sonrisa amplia en todo su rostro y unas mejillas tiernamente sonrosadas le veían a través del espejo... él tuvo que parpadear un par de veces antes de caer en cuanta que le estaba dando permiso de acercarse.
Eso era nuevo entre ellos, el Príncipe Sicheng era algo... reservado... No contacto físico, no bromas absurdas o elogios innecesarios, mantener una distancia prudente o él podría cortar su garganta, sin embargo, ambos creían que —a excepción de Kun y Chittaphon— eran la pareja menos problemática, pero porque ambos sabían los límites del otro.
Y ahora, Sicheng estaba modificando uno de sus límites.
Aclaró su garganta un par de veces, antes de caminar hacia el menor con un —muy mal— disimulo de sonrisa, tomó el medallón en sus manos y sus ojos se conectaron por un instante con los del contrario en el espejo antes de que este desvira la mirada y terminara de ajustar su faja, se estiró para tomar la banda en sus manos y pasarla sobre su nombre derecho a su costado izquierdo, sus orejas estaban casi igual de rojas que las suyas y como cosa extraña le pareció... tierno.
—Esta bien, quédate quieto. —dijo al notar que su red encía detrás de él se estaba volviendo un poco extraña, desabrochó el medallón y lo pasó enfrente de su rostro, acomodándolo en su cuello apenas rozando el inicio de su cabello y abrochando la cadena de oro, no supo dónde colocar sus manos, no sabía si podía tocar o acercarse más pero al ver el medallón un poco torcido en su pecho, su instinto —o impulso— fue moverlo, colocó una mano sobre la zona, moviendo la joya hasta el centro y dejando reposar su mano ahí un momento, sintiendo un extraño y frenético latir en su corazón.
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Bendición de los dioses | NCT
Fanfiction¿Qué pasa cuando eres un Príncipe? Uno arrogante, abusivo, grosero... cruel, manipulador y encantador Príncipe, especialista en conseguir lo que quieres y en evitar tus responsabilidades. Los dioses te dan una lección... El oráculo te da la profecía...