¿Cuánto estás dispuesto a dar?

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—Cada uno de ustedes ha escuchado cuatro lecciones... que aunque dolorosas, espero lleven siempre tatuadas en su mente. —exclamó Irene, viéndolos a todos con seriedad.— Gobernar pueblos no es solo vestirse de oro y comer lo que quieran mientras sus concejales trabajan... un Rey debe ser inteligente, misericordioso, lento para enojarse pero astuto y rápido para resolver los problemas, una mente y corazón puro... —declaró moviendo sus manos hacia los príncipes en el suelo.— Ellos, no era suficientemente buenos...

YoungHo gruñó desde el fondo de su pecho, sus ojos cristalizados viendo al cuerpo de su hermano menor sin vida.— Maldita loca. —siseo, lleno de dolor, sintiendo la suave mano de Jungwoo apretarse contra la suya.

—Sí, sí, sí... dime algo nuevo. —bufó Irene, restándole importancia, mientras veía a todos seriamente.— Es la verdad, aunque los moleste...

—¡No es la verdad! —negó Jaemin, sintiendo el brazo de Jeno sostenerlo de la cintura.— ¡Ellos eran dignos! ¡E-Eran...!

—Sobrantes. —declaró Irene, sonriendo con malicia.— ¿O no? digo... no recuerdo haber visto a alguno de ustedes necesitarlos o extrañarlos hasta ahora. —exclamó.— Sí, sí... mi hermano mayor, ¡oh mi pobre hermanito! ellos eran los Príncipes más indiferentes... odiados e incluso ignorados ¿y ahora me vienen a llorar por ellos? por favor...

Las palabras los dejaron a todos congelados, sus dientes mordiendo sus lenguas al no saber bien qué deberían decir, una pregunta brincando por sus mentes: ¿en serio eran ellos los desplazados a los que nadie les ponía atención o no eran muy relevantes?

La respuesta era sí y eso era una mierda.

—¡Príncipe Hansol! —exclamó Irene, una sonrisa fría e irritada en su rostro mientras veía fijamente al menor quien había saltado ligeramente del susto al ser llamado, la mano que se apoyaba en la espalda del Príncipe Yangyang se había movido de su lugar provocando que el menor también se asustara.— Deja de pensar lo que estás pensando y ven aquí...

—Pero...

—¿Debería decirles a todos lo que te pasaba por la mente mientras estoy hablando? —preguntó, con una mirada larga que se desvió por unos instantes hacía Yangyang.

—No, Oráculo. —negó el menor, apretando sus dientes y sintiendo sus mejillas sonrojarse, caminando hacia donde ella estaba, sus piel se erizó al sentirse a si mismo tan cerca de los cuerpos sin vida de los otros príncipes.— ¿Para qué me necesita?

—Nada, solo quería que te alejaras del Príncipe Yangyang. —declara Irene, escogiendo sus hombros.— Tienes un prometido, respetalo.

—Está muerto. —exclamó Hansol, algo obvio mientras veía el cuerpo sin vida de Taeil.— Tu dijiste que no era digno.

—Eres un hijo de puta. —siseo Renjun, apretando su mandíbula pero callando cuando la mano del oráculo se elevó.

—Sí lo es y se nota como me pones atención. —bufó Irene, apretando sus sienes.— Ultima lección... el amor todo lo soporta, todo lo acepta y todo lo espera, ¿cuánto están ustedes dispuestos a hacer por amor, Príncipes? —murmuró, viéndolos a cada uno finamente.— Cuatro sacrificios... cuatro dones entregados por voluntad para devolver las vidas de los Príncipes, eso es lo que pido.

—¿Qué? —Chittaphon sintió el aire escapar de sus pulmones, su corazón latiendo rápidamente.— ¿Sacrificios?

—¿Están dispuestos a dar sus dones, su esencia ¡su bendición! por alguien más? —preguntó con una sonrisa tranquila, mientras todos se veían unos a otros.— No puedes dar tu don por tu hermano... eso sería demasiado fácil ¿lo darías por una parte aparentemente importante para ti de tu reino? cuando estén listos... toquen su mano, tienen quince minutos, es su última oportunidad para traerlos de vuelta.

Bendición de los dioses | NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora