3 | Empecemos de cero

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En la tarde tomo con anticipación un taxi que me lleva hasta la puerta de la cafetería y así evito llegar a deshora como ayer

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En la tarde tomo con anticipación un taxi que me lleva hasta la puerta de la cafetería y así evito llegar a deshora como ayer. Por un momento se me pasa por la cabeza que debo prepararme para esquivar y evadir a todos los periodistas que podrían estar aguardando mi llegada para que les conceda una entrevista. No obstante, al pasar por el umbral de la puerta, no hay ni un solo grillo a mi espera. A excepción de mi jefe, claro.

Me río de mí misma y avanzo entre los comensales para ir al almacén a dejar mis cosas. Entonces, recuerdo que tengo guardada la camisa de Arián en mi mochila porque decidí llevármela para lavarla y si algún día volvía, devolvérsela limpia a modo de disculpa. Pero eso fue antes de que me enterara de que es el director de la editorial con la que voy a publicar, por lo que no sé qué haré con la prenda ahora. No quiero volver a cruzarme con él. Si continúo planteándome el gesto de querer devolvérsela cuando vaya a la editorial, seguro pensará que soy rara o que estoy interesada en entablar comunicación.

—Hola, Eduardo, buenas tardes —saludo a mi jefe mientras me coloco el gorro de redecilla.

—Celeste, tan puntual como siempre. —Me regala una sonrisa burlona y frunzo el ceño. ¿Acaso se habrá dado cuenta de que ayer llegué tarde?

—La puntualidad es una de mis virtudes —comento, restándole importancia a mis pensamientos.

—Claro. —Asiente y su expresión cambia a una más seria—. Quiero platicar contigo sobre algo que ha ocurrido ayer.

Entrecierro los ojos y caigo en la cuenta de que quizá estoy en problemas.

—Sí, dime. ¿Qué ocurre? —Trago saliva.

—Sabes que hay cámaras de seguridad en todo el local, ¿verdad?

Mi-er-da.

Hago ademán de querer hablar, pero solo me limito a decir:

—Fue un accidente.

—Lo sé, Celeste. Todos estamos propensos a accidentes por la cantidad de gente que viene a consumir. Sin embargo, sabes que el señor Ramiro es muy especial en estos temas y me llamó la atención anoche. Y no solo por eso. —Suelta un suspiro y se acaricia el entrecejo a la vez que hace acopio de paciencia. El señor Ramiro es el dueño de la cafetería y se caracteriza por ser un tipo muy perfeccionista y caprichoso cuando algo no está en orden—. Has metido a un tipo al almacén, sabiendo que está prohibido el ingreso de personas extrañas. ¿Qué pasa si se llega a extraviar algo de valor aquí? Automáticamente, toda la culpa recae sobre ti.

—Solo fue un gesto de amabilidad. Me pidió un lugar para cambiarse —defiendo.

—Lo pudo haber hecho en el baño. —Se encoge de hombros y me mira con desaprobación—. ¿Eres consciente de que, por acciones como esa, pueden echarte?

Prefiero ser directa y preguntar de una vez:

—¿Van a despedirme?

—Aún no lo sé. Me reuniré con Ramiro esta noche para hablar sobre eso. No te aseguro nada, sin embargo, debo ser cuidadoso porque me puede costar mi trabajo también.

ARIÁN © [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora