Por la tarde, llego puntual a la cafetería para iniciar mi turno de hoy viernes. Cuando ingreso a la cocina, Eduardo está terminando de decorar un bowl de yogur griego con plátano, frutos rojos y muesli con chocolate. Esta vez, Andrés se encarga de entregarlos y yo me siento a un lado a esperar que estén listas las galletas que se están horneando.
Toda la santa tarde me la paso de lo más incómoda cuando me doy cuenta de que Eduardo se muestra distante conmigo. O bueno, eso presiento yo. Solo me habla cuando le pregunto sobre algunos pedidos que hay que entregar, pero lo hace de manera cortante y eso provoca que mi temor aumente al recordar que tenía una conversación pendiente con el señor Ramiro, el dueño de la cafetería. ¿Será que ya habló con él?
Decido mantenerme en silencio durante los minutos restantes hasta que el reloj marca la hora de salida. Me despido de mis compañeros antes de abandonar el local y me vuelvo a plantear la idea de que, si mañana las cosas continúan igual, hablaré con Eduardo para aclarar mis dudas. Mientras tanto, para no agriarme la tarde, quiero pensar que solo ha tenido un mal día y no está de humor.
Veinte minutos después, estoy de pie frente al gran edificio de la Editorial Arnez. Me tomo un par de segundos para calmar los repentinos nervios que me comienzan a surgir cuando intuyo que Arián va a sancionarme después del papelón que hice ayer en la terraza del Hotel Fontecruz.
«No, no pienses eso, Celeste —me doy ánimos—. Él es muy comprensible, ayer te ayudó cuando el maldito de Jaime te drogó para hacerte Dios sabe qué. Ojitos bonitos solo te va a regañar, pero eso puedes tolerarlo».
Elimino todo pensamiento negativo de mi cabeza y emprendo el camino hacia la entrada. Detrás del mostrador se encuentra la misma chica que me recibió ayer. Al verme, me regala una sonrisa de boca cerrada y me hace un gesto para que me acerque. Le digo que el señor Arnez me citó y de manera amable me guía hasta al ascensor, donde me indica que la oficina Arián se encuentra en el piso quince. Le devuelvo la misma sonrisa antes de que las puertas se cierren.
Me froto los brazos con las manos al sentir que un repentino escalofrío me recorre la espalda, provocando que se me ponga la piel como de gallina. Suelto un profundo suspiro para darme los mejores ánimos y vibras positivas antes de llegar al piso que me indicó la recepcionista y hacer frente a las palabras del ojiverde. Al abrirse las puertas del ascensor, otra elegante recepción me recibe. Frente a un mostrador de mármol, se encuentra una chica rubia que seguramente debe ser la secretaria de Arián.
Abandono el ascensor y me acerco a ella.
—Buenas tardes —saludo—, ¿en este piso se encuentra la oficina del señor Arián Arnez?
La despampanante rubia asiente con una sonrisa de boca cerrada.
—Así es —afirma, dejando unas carpetas sobre el mostrador—. ¿Tiene reservada alguna cita con él?
Mi sonrisa se transforma en un dudoso mohín.
—Mmm... no. Coincidimos ayer y me invitó a venir hoy a esta hora. Soy Celeste Serván, ganadora del concurso de escritura —explico, apenada por no tener dicha cita.
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ARIÁN © [Completa ✔]
Teen FictionElla es una escritora en Wattpad, él es director de una conocida editorial. Ambos se conocen en un accidentado momento en la cafetería donde ella trabaja. Celeste Serván quiere cumplir su meta: abrir su propia cafetería. Asimismo, ha terminado de e...