24 | Ojos de cachorrito

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—¿Y le caíste bien a la madre? —pregunta Andy a la vez que desvía la mirada hacia la pantalla de su celular

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—¿Y le caíste bien a la madre? —pregunta Andy a la vez que desvía la mirada hacia la pantalla de su celular. Ha encontrado la cuenta de Instagram de la mamá de Arián en menos de dos minutos.

No me sorprende, al contrario, me causa orgullo por tratarse de él.

—Pues, eso creo. —Me encojo de hombros—. De hecho, como te comentaba, nuestra conversación fue corta. Solo alcanzó a felicitarme por los dulces que preparo en la cafetería y que ha tenido la oportunidad de probar, en especial, la tarta de arándanos...

—¿Por qué todos hablan de la tarta de arándanos? —se queja, poniendo los ojos en blanco—. Vale, sí está buena, pero tampoco es para tanto. Ni que le echaras polvos mágicos.

—Es una receta secreta. No vas a encontrar otra igual en toda España.

—Espero que no —ironiza y le dedico una mirada asesina. Él alza las manos en señal de inocencia.

—Bien, retomando el tema de la mamá de Arián, es una tía muy maja, sin embargo, no pude socializar más con ella. Y vaya que me hubiese gustado hacerlo, pero parecía tener prisa.

—Claro, poco a poco. Estás saliendo con su hijo, seguro que uno de estos días te la cruzas de nuevo y podrás ganártela a la primera. Aunque ya lo has conseguido por el lado pastelero y como dice mi madre: a una persona se la conquista por el estómago.

Frunzo el ceño.

—¿No es el hombre al que se le conquistaba por el estómago?

—Cariño, a la hora de la comida no existen géneros. —Bufa—. Además, mi séptimo sentido me dice que es una tía muy tratable y bueno —le da una mirada rápida a la foto que pasa en Instagram—, lo guapa no se le puede negar, claro está. Solo intenta acercarte a ella si deseas saber un poco más sobre el hijo. Es una pieza clave. Las suegras suelen compartir cosas interesantes sobre sus hijos cuando entran en confianza.

Nos encontramos en un pequeño restaurante de comida rápida cerca al centro de Sevilla. He quedado con mi mejor amigo para dedicarnos un momento de plática en lo que respecta al cotilleo y aliviar un poco el estrés que me genera el trabajo y claro, el inicio de la edición del libro para su publicación.

—Buenas noches. Vengo a tomar su orden —nos saluda un joven mesero de piel trigueña y cabello castaño.

—Hola, estamos esperando a alguien más —le digo con una sonrisa de boca cerrada y asiente con total amabilidad.

—Oh, vale, regreso luego, entonces.

—Gracias.

Lo vemos marcharse con dirección a otra mesa. Andrés frunce el ceño.

—¿A quién estamos esperando? —inquiere con una ceja enarcada.

—Perdón, olvidé comentarte que he invitado a mi editor para que se una a nosotros. Espero que no te moleste.

ARIÁN © [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora