18 | Leyendas sevillanas

542 37 1
                                    

Luego de despedirme de Tomás, tomo un taxi que me lleva a La Estrella y llego con media hora de anticipación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luego de despedirme de Tomás, tomo un taxi que me lleva a La Estrella y llego con media hora de anticipación. Es un punto a favor para mí porque Paula me ha pedido que hoy prepare cupcakes, cosa que me parece una buena idea para variar un poco la carta de esta tarde y hacer que los comensales descubran nuevos sabores.

«Señorita Cupcakes».

La voz de Arián y aquel apodo que me puso la otra noche se reproducen en mi cabeza cuando escucho o digo la palabra «cupcakes». Se oyó tan tierno y a la vez gracioso cuando lo dijo.

Por otro lado, hoy en la noche tendremos una cita y eso me causa un poco de ansiedad porque será nuestra primera cita como salientes y no como amigos como lo hemos venido haciendo hasta ahora. Cada cierto tiempo mis ojos se dirigen hacia el reloj de la pared de la cocina para ver cuánto falta para mi hora de salida; no obstante, cuando uno está más pendiente de la hora, esta parece durar una eternidad. Así que decido enfocarme en el trabajo y terminar de preparar los productos.

Quizá sea un poco apresurado afirmar que me encanta mi nuevo empleo sin haber cumplido una semana aquí, pero me es difícil no poder ocultar lo feliz que estoy de ser parte de este equipo de trabajo. Paula y mis compañeros me tratan demasiado bien. Cuando llego, me reciben con una sonrisa amigable, nos motivamos antes de comenzar una nueva tarde para que nos vaya de la mejor manera en las ventas y, cuando termina mi turno, me desean una buena noche antes de regresar a casa. Son personas muy simpáticas; trabajar con ellos es todo un agrado y no me cabe duda de que, este es el lugar en donde me quiero quedar por un buen tiempo.

Minutos antes de que mi horario de trabajo culmine, me planteo aún no alistarme para salir, pues no quiero manifestar la prisa que tengo por irme. O sea, sí estoy ansiosa por la cita con Arián y también agotada por la faena de esta tarde, sin embargo, quiero quedar bien con Paula y demostrar en esta primera semana mi compromiso con el empleo. Así que, cuando el reloj marca las nueve, espero unos minutos mientras aprovecho en arreglarme el maquillaje para luego pasar por la oficina de Paula y despedirme.

Salgo apresurada hacia la calle y se me hace un poco raro no ver estacionada la camioneta de Arián al lado de la vereda. De hecho, la calle está sólida y los únicos vehículos que la cruzan son los taxis que recogen pasajeros de una empresa que se encuentra en la otra cuadra. «Qué raro. ¿Se le habrá hecho tarde?», pienso mientras suelto un suspiro y busco mi celular para revisar si hay un nuevo mensaje de Arián, pero no, no se ha conectado desde hace media hora.

Pasan un par de minutos sin ninguna señal de él y empiezo a caminar hacia la Basílica de la Macarena para esperarlo allí y no en la calle porque ya ha anochecido y no quiero que alguien del trabajo me vea y se preocupe.

Al llegar al recinto religioso —que ya he visitado con anterioridad—, el ambiente y el aroma sacro me reciben, acompañados de una melodía mística que me inspira mucha tranquilidad y paz. Decido sentarme en una de las bancas traseras para dedicarle un momento de oración a la Virgen mientras espero algún mensaje de Arián y, apenas inicio el Padrenuestro, el dispositivo vibra en mi mano.

ARIÁN © [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora