12 | Una pequeña ayuda

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Si hay algo que me enfade mucho, es que me desobedezcan

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Si hay algo que me enfade mucho, es que me desobedezcan. Y más cuando atentan contra mi orgullo. Es como si me entregaran un premio que he creído obtener por mérito propio y, al final, resulta ser para quienes han influenciado y de manera directa se llevan los créditos.

Sin embargo, desde otro punto de vista eso demostraría que estoy tomando una actitud muy descortés y hasta malagradecida. Cosa que no me importa porque ahora mismo me encuentro abandonando la cafetería La Estrella.

Extiendo una mano para detener al primer taxi que cruce la calle.

—Buenas tardes, lléveme a la Editorial Arnez, por favor —le pido al conductor cuando tomo mi lugar en los asientos traseros.

Estoy segura a un noventa y nueve por ciento de que Arián ha tenido que ver algo. Por más que le pedí que no se metiera porque quería conseguir un empleo por mi propia cuenta, parece que hizo caso omiso a mis palabras y se tomó ciertas atribuciones. No estoy enfadada, pero sí me incomoda un poco el hecho de que él se haya tomado la molestia de buscarme un trabajo cuando era mi responsabilidad.

En menos de cinco minutos, puedo ver el gran edificio asomarse por una de las esquinas de la calle. El amable chofer estaciona al lado de la vereda, cerca de la puerta principal y luego de pagarle y agradecerle, bajo del vehículo a paso seguro para ingresar a la editorial. Paso por la máquina que detecta armas y que también debe haber detectado mi cambio de humor cuando una de las señoritas que viste un elegante uniforme me da la bienvenida. Finjo una sonrisa mientras ella se presenta como la recepcionista de turno.

—Estoy buscando a Arián Arnez —aviso con impaciencia, mirando hacia el ascensor. Me tienta el impulso de querer correr a este en cuanto las puertas se abran y así ahorrarme todo este protocolo de presentación.

—¿Ha reservado una cita con él? —interroga y niego con un movimiento de cabeza, procesando lo que acaba de decir.

«¿Reservar cita? ¿Quién es él? ¿El presidente de la ONU?».

—Entonces, me temo que no podrá verlo a menos que reserve una cita para los próximos días. —Me ofrece una sonrisa triste y la idea de correr como una delincuente hasta el ascensor se intensifica.

—¡Oh! Ya recuerdo... No pude sacar una cita porque él me pidió que viniese hoy —miento a la vez que busco mi celular dentro de mi cartera—. Arián y yo salimos ayer, pero creo que tendré que escribirle yo misma, a menos que usted llame a su secretaria y le avise que he venido...

Aún con la expresión de desconcierto en su rostro, empieza a marcar un número en el teléfono del mostrador.

—Me da un minuto, por favor —solicita y asiento con una sonrisa que podría denotar que tengo toda la paciencia del mundo, cuando en verdad, aún no he descartado la idea de correr hasta el ascensor—. Están buscando al señor Arnez en recepción —le dice a la persona que responde del otro lado de la línea antes de mirarme—. ¿Su nombre, señorita?

ARIÁN © [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora