25 | Mi vida está al borde

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¿Les ha pasado que alguna vez salieron victoriosos de una situación no tan favorable y en menos de una hora vuelven a entrar en otra aún peor? Si es así, déjenme decirles que los comprendo a la perfección, pues me encuentro en algo similar

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¿Les ha pasado que alguna vez salieron victoriosos de una situación no tan favorable y en menos de una hora vuelven a entrar en otra aún peor? Si es así, déjenme decirles que los comprendo a la perfección, pues me encuentro en algo similar.

Anoche, luego de cenar, papá me platicó que desea hacerme una cena a modo de celebración por la publicación de mi libro; cosa que me pareció fantástica, por supuesto. Sin embargo, ahí no viene el detalle. Y es que, luego de todo el chismecito que soltó mamá con el tema de Arián, parecía que mi padre se había quedado tranquilo, pero ya veo que no.

Por una parte, no es que me incomode en lo absoluto, porque a diferencia de mamá, él tiene más complicidad conmigo y sé que no va a hacer una escena de celos porque su hija única ya está saliendo con alguien. En cambio, si tuviera un hermano, estoy segura de que sería el engreído de mamá y en el momento en que trajera una novia, ella le aplicaría la ley del hielo. Sí, ella es un poco resentida. Un poco (nótese el sarcasmo). Vale, vale, retomando el tema de mi situación no tan favorable, papá quiere conocer a Arián hoy en esa cena que está organizando y me ha pedido que lo invite.

La verdad, no estoy nerviosa por la reacción que tendrá papá, sino por el hecho de que, por primera vez, voy a presentarle a un chico que no sea Andy, aunque claro, es una situación completamente distinta porque considero a Andrés como un hermano. No obstante, siempre tuve la idea de que, si algún día iba a traer a un chico a la casa, sería oficialmente como mi novio y no como un saliente con el cual no tengo una relación ya concretada.

«Sí, a veces la vida se empeña en darme la contra», pienso a la vez que suelto un suspiro y salgo de mi apartamento para ir a cumplir mi horario de trabajo.

Las horas en La Estrella se pasan en un dos por tres y es irónico porque cuando quieres que el tiempo pase volando, demora más. Sin embargo, cuando quieres que dure más, acaba pronto, en un abrir y cerrar de ojos. Durante el camino de regreso a casa, aprovecho para enviarle un mensaje a Arián y preguntarle cómo estuvo su tarde. Me responde que algo atareada y que en unos minutos estará saliendo con dirección a mi casa.

Abandono la aplicación de WhatsApp e ingreso al navegador para realizar una consulta que me ha estado rondando la mente desde que salí de la cafetería. Tecleo en Google «Diferencias entre salientes y novios» y el primer resultado hace que esboce una sonrisa triste de boca cerrada.

Ser «salientes» es como estar en el limbo de las relaciones. Puede haber besos, cariño e incluso muestras de afecto más intensas, pero (aunque uno de ellos crea lo contrario, pero ese es otro tema).

Claro, la respuesta encaja a la perfección con lo que somos Arián y yo. Era más que obvio, lo sé, pero solo quería cerciorarme a través de una fuente más confiable. Una que no provenga de mi propia percepción porque esa solo te dice lo que quieres saber. Aunque, después de todo, pienso que ser salientes no tiene nada de malo, ya que nos estamos tomando el tiempo de conocernos de a poco para luego no llevarnos sorpresas y descubrir que la otra persona no era lo que decía ser.

ARIÁN © [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora