11 | La Estrella

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Las mañanas de los lunes suelen ser complicadas para mí, sin embargo, hoy trato de darle buena cara porque estoy decidida a salir a buscar trabajo y sé que debo dejar de lado toda mala vibra para que mi día sea exitoso

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Las mañanas de los lunes suelen ser complicadas para mí, sin embargo, hoy trato de darle buena cara porque estoy decidida a salir a buscar trabajo y sé que debo dejar de lado toda mala vibra para que mi día sea exitoso.

Hago acopio de buenos ánimos para poder concretar hoy mismo ese objetivo y me recalco que no voy a regresar a casa sin haber conseguido un empleo o, por lo menos, estar a la espera de que me llamen, sabiendo que he dado una buena entrevista con los dueños de las cafeterías a las que planeo ir.

«¿Y si salgo mañana a buscar trabajo?», pienso y de inmediato descarto la idea. No quiero estresarme más y dejar que esta presión siga agobiándome el resto del día.

«Bonita» de Juanes y Sebastián Yatra, suena a través de mis audífonos mientras me sirvo un poco de café que mi madre me ha preparado esta mañana. De pronto, el sonido del timbre me hace abandonar mis descontrolados pensamientos y me encamino hacia la puerta, preguntándome quién puede ser a estas horas de la mañana.

—¡Ya voy! —grito cuando vuelven a tocar con insistencia.

Del otro lado del umbral aparece Rocío (la vecina de la que mamá hablaba ayer) y el pequeño Guzmán a su lado.

—Hola, Guz —saludo con dulzura al menor, quien corre a mi encuentro. Me pongo de cuclillas para estrecharlo en un abrazo—. Te he extrañado estos días, eh.

—Yo igual, Toti. —Sonríe con entusiasmo.

—Celeste, necesito que te quedes con él porque tengo cosas importantes que hacer —espeta su madre, ignorando toda muestra de afecto que le pueda estar brindando a su hijo.

—Eh, Rocío, en realidad estaba por salir a... —intento explicar, pero me interrumpe.

—Solo serán unas horas, regresaré al mediodía por él. —Saca de su cartera un billete de veinte euros. Me pongo de pie y acepto el dinero sin protestar, a lo que ella responde con una mirada satisfecha—. Muchas gracias, nos vemos después.

Y dicho eso, se marcha con suma prisa. Niego con la cabeza por su actitud y le hago un gesto de manos a Guzmán para que ingresemos al apartamento.

—¿Puedo ver la televisión, Toti? —pregunta con timidez, por lo que supongo que en casa no le dejan hacerlo.

Le respondo, asintiendo con una sonrisa de boca cerrada.

—Claro que sí, Guz, pero ya sabes, primero a lavarse las manos porque en la calle...

—Hay muchos bichitos, lo sé —completa, rodando los ojos con diversión y me toma de la mano para que lo lleve al baño.

Ya en el baño, remango sus mangas para que no se moje. Esto del lavado de manos lo implanté desde que hace unas semanas se enfermó y el pediatra le diagnosticó infección a causa de una mala higiene. Si mal no recuerdo, su padre le había comprado una hamburguesa en la calle y es posible que la ensalada no estuviera bien lavada o el niño tenía las manos sucias al momento de comerla.

ARIÁN © [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora