Esteban
Me quedo parado en el altar, el traje me hace transpirar por todos lados, eso o el calor. El día está más caluroso y pesado que de costumbre. Siento cómo los zapatos me empiezan a quemar los pies y detrás de la caras de ilusión de mis padres veo a Cris sentado entre la gente, al lado de su primo que resalta entre el público con su pelo teñido de color celeste, quien no tuvo la mejor ocurrencia que venir vestido con un jean una remera blanca y un blazer negro. Al lado de ambos está una chica rubia que vino con el primo de Cris, ella con un vestido simple de color negro se mueve nerviosa entre la gente mirando para todos lados, su pelo también teñido de rosa en las puntas hace que ambos sean fáciles de identificar y por consecuencia, mis ojos siempre terminan en el mismo punto, haciéndoseme imposible ignorar a Cris.
Todavía no entiendo por qué Cris decidió que era una buena idea asistir, solo está haciendo toda esta situación más incontenible. Las manos me vibran y no de la emoción, tengo que apretarlas fuerte frente a mí para liberar la tensión, siento que en cualquier momento mis piernas van a empezar a flaquear.
Mientras que el novio de Berni se encargó del vestido de Cora, yo me encargue de todo lo demás. Cora estaba muy catatónica para tomar alguna decisión y en cada reunión con la planificadora de bodas su silencio me arrojaba a tomar las riendas de todo hasta que decidí que si quería que todo esto saliera bien, lo iba a tener que hacer yo. Siempre fue así en mi vida, no puedo delegar nada porque sé que yo soy mejor realizando las cosas de la manera que necesitan ser ejecutadas para que salgan a la perfección. Puedo decir eso de este casamiento, es perfecto. No hay nada fuera de lugar, ni un retraso, nada desprolijo y todo parece salido de un cuento de hadas.
Mis compañeros de natación bromean entre gritos y empujones, algunos sentados y otros parados, Ray parece haber puesto más energías que nunca en vestirse y producirse, desde que llego es el punto de burla de los demás. Lo sé. Sé qué tiene que ver con su ex, quien ahora está parada en frente mío en el altar con Jimena a su lado. Me pregunto si verá que Ray está con la mirada fija en ella.
Veo ambos anillos dorados que están delicadamente posicionados en una almohadilla frente a mí sobre el atril y me digo a mí mismo que tal vez tendría que haberlos elegido de oro blanco. El tema de la fiesta es blanco, el blanco más blanco de todos se extiende por los asientos, las flores, la torta y la decoración. Tal vez, el oro blanco hubiera sido mejor.
La música empieza a sonar, los invitados se acomodan en sus asientos y guardan silencio.
Veo al final del pasillo cómo Cora avanza entre todo y noto cómo su vestido beige resalta en contraste de todo lo blanco, incluso la alfombra blanca parece brillar más que el vestido. Sabía que deberíamos haber comprado uno. Uno blanco, impolutamente blanco. Es como si el contraste quisiera ser un mensaje subliminal de lo que está pasando. Me arrepiento enseguida y me digo que tal vez el tema de la fiesta debería haber sido algo más rural, todo se hubiera mimetizado un poco mejor.
Siento el sudor que recorre mi frente y cuando deshago el agarre de mis manos, noto cómo un par de mis dedos están dormidos. El cosquilleo me incomoda pero mido mis movimientos para que nadie note lo que está pasando en mi interior. Repaso mi actuación con cuidado y me obligo a mí mismo a mirar a mi futura novia. Debería haberlo hecho ya, espero que nadie se haya dado cuenta. Dios mío. Estoy cansado de actuar. Solo soy una persona que quiere seguir su vida en paz. Solo quiero que la gente se deje de fijar en mí y deje de especular con quién salgo.
Mis ojos se posan en los de Cora, a través del velo, no la veo con total nitidez pero cuando ella deja de preocuparse por pisar su vestido y conecta con mi mirada veo una ínfima sonrisa. Hay un momento de complicidad entre nosotros, una comunicación casi imprescriptible. Sus ojos me dicen "¿Nervioso?", yo le respondo "Mierda, sí." Ella baja los ojos levemente en un "Te entiendo" y ambos reímos. Nos reímos del otro, de la situación de nuestra tristeza, de lo ridículo y artificial que se siente estar en este momento después de todo.