Andy
Me levanto del suelo. No sé si estoy más humillado que dolido cuando noto que Cris nos contempla bajando las escaleras con Emma en brazos. La bebé llora mientras Cora se seca las lágrimas y yo intento recomponerme un poco. Intento poner en su lugar las piezas de mi orgullo que Coraline hizo vibrar hasta quedar desacomodadas como los objetos de una casa después de un terremoto.
—Perdón.
Susurra Cris, notando que interrumpió algo, pero por dentro me alegra que haya llegado en el momento justo, no era la idea arrastrarme por la casa como un perro callejero debajo de la lluvia, pero creo que es lo que parezco en este momento. No sé dónde quedó mi camisa ni mi saco. Estoy ridículo pidiendo perdón semidesnudo, con resaca y la ropa de ayer. No sé por qué lo hice una vez más ¿Para hundirme más en la desilusión que tengo conmigo mismo tal vez? Los ojos que me están viendo ahora deben pensar que perdí la cabeza. ¿Qué esperaba? ¿De qué sirve todo esto?
—No pasa nada.
Digo en tono firme. Me paso la palma de la mano por la nariz y me acomodo el pantalón buscando por algún lado donde dejé el resto de mi ropa. Recorro la casa para recuperarla y como me digo que no tiene sentido volver a ponerme la camisa, me calzo el saco.
—¿Cora estás bien?
Cris le acaricia el brazo y ella levanta la mirada con mechones naranja pegados a las mejillas húmedas.
—Sí, Cris, estoy bien. Solo necesito un momento.
Ella se tambalea una vez más y como Cris tiene las manos ocupadas solo logra sostenerla del brazo, cuando llego a los dos ella finalmente colapsa con el hombro contra mi pecho y tengo que agacharme para sujetarla de la cintura para que no se me escurra. Cris suelta su brazo y yo intento sostener su peso muerto.
—¡Cora! ¡Mierda!
En un movimiento rápido, tomo su cadera en vez de su cintura para arrastrarla, mientras ella se desvanece hasta el sillón.
—¡¿Cora?! ¡¿Estás bien?!
Cris corre a su lado sosteniendo a Emma contra su pecho con cuidado.
—Cuidado con las piernas.
Le aviso mientras las subo al sillón para que se quede completamente recostada. Me inclino hacia adelante y veo cómo sus ojos desfallecidos intentan focalizar algo.
—Estoy bien.
Susurra a duras penas y empiezo a revolver mis bolsillos en búsqueda de mi celular.
—¡Tengo que llamar a Esteban!
—Tranquilo.— Le digo buscando mi celular. —Está enferma, cansada, tiene resaca de las pastillas y me vio a mí.
La última parte casi la digo para mis adentros, pero noto que Cris me escuchó perfectamente por el gesto que tiene grabado en la cara. No sé si es desaprobación o pena.
—Tengo que llevarla al hospital.
—Dame un segundo.
Con el teléfono en el oído empiezo a aflojarle el cuello de la blusa y le subo las piernas al respaldo del sillón. Cris me contempla atento casi como si estuviera realizando primeros auxilios cuando solo la estoy poniendo cómoda.
—¿Mamá?
—¿Qué pasó? Solo me decís así cuando algo malo pasa.
—Bueno. Solo... Tengo un paciente.
—¿Qué pasó?
—Es... una amiga. No. Una conocida. Se desmayó ¿Consejos? ¿La llevo al hospital?