Cora
—Esteban.
Susurro cuando él se queda concentrado en el pedazo de papel metalizado que está en la basura con cara confundida. Le dije a Andy miles de veces que intente matar toda la evidencia pero como siempre, no es muy prolijo.
Esteban agacha la cabeza y la ladea dos veces de forma suave. No parece enojado, más bien rendido.
—No es buena idea, Cora. No con él.
Me cruzo de brazos, no en modo agresivo, sino como protegiéndome a mí misma.
—Siempre es él Esteban, no lo puedo evitar.
Él levanta la mirada y cierra la bolsa de basura que está por sacar afuera.
—¿Hace mucho?
—No. No tanto... te iba a decir. Solo quería saber qué significaba antes.
Él se gira con la bolsa de basura y sin decir otra palabra sale de la casa para dejarla en el contenedor de afuera. Apoyada contra el marco de la puerta de la cocina, lo espero. Cierra la puerta principal y se gira hacia mí con esa expresión de escultura griega.
—¿Y qué significa?
—Todavía no lo sé.
—Es decir... no es solo sexo.
—No, no es solo sexo. Pero es... no sé. Con él todo siempre se sale de control si voy muy rápido.
Esteban pasa por mi lado y busca en la cocina una bolsa nueva para poner en el tacho de basura.
—Es por eso que no lo deberías hacer, Cora.— Busca un vaso de agua, lo llena con la canilla y le da un trago. —No te voy a decir con quién tenés que estar, pero ¿Él? ¿Otra vez? ¿Cuántas veces te tenés que electrocutar para darte cuenta de que no tenés que meter los dedos en el enchufe, Cora?
Poso la cabeza contra el marco y la dejo caer por mi costado.
—No lo puedo dejar.
Él se frota el pelo.
—Tenía miedo de que pasara, esperanzas de que no, pero no puedo decir que estoy sorprendido.
Asiento como cuando rompí la radio de mi papá cuando tenía ocho años por tocar todos sus botones a la vez y él me retó de forma paciente.
—Vos lo querías en la casa. No yo.
—¿Eso significa que no podés estar cerca de él sin cogértelo?
Pregunta sarcásticamente y vuelve a llenar su vaso de agua.
—Es complicado, Esteban. No es simple con él. Sé que me entendés... Cómo reaccionarías si te pasara con Cris.
Finalmente asiente.
—Solo cuídate. Por favor.
Su reacción es miles de veces más serena de lo que esperaba. Estoy tan acostumbrada a las reacciones emocionales de Andy, que ya me olvido que no siempre todo es el fin del mundo. Me hace sentir un poco culpable, como si le hubiera podido contar antes y lo hubiera desaprovechado. Su confianza, digo. Pero es verdad que me hubiera gustado tener las cosas un poco más claras antes de que se enterara y presentarle una especie de... ¿Plan? ¿Acuerdo? No lo sé.
Tomo mi celular cuando vibra, y veo "Servicio de Cobranzas" en la pantalla. Los pies me hormiguean y la saliva se me espesa. No pensé que iba a volver a ver ese contacto tan pronto. Siento que lo veo cada vez con mayor frecuencia. Bloquearía el contacto, pero más miedo me da que me llame de otro número y atender sin estar preparada.
El pulso se me acelera, imágenes confusas invaden mi mente, recuerdos que no estoy segura si son recuerdos. La ciudad. Mi departamento chico. Mi angustia.
—¿No vas a contestar?
Esteban me trae a la realidad.
—No. Es... número privado. Seguro es alguien vendiendo algo.
Bloqueo la pantalla y me llevo el teléfono al bolsillo del pantalón.
—¿Qué vas a hacer?
La pregunta suena tan filosófica que me quedo perdida, contemplando su cara de forma pensante.
—¿Con qué?
—Con Andrés.
Vuelvo a la situación actual, a la realidad, diciéndome que tengo que pelear una batalla a la vez. Concentrarme en lo que puedo resolver en el momento y no preocuparme con cosas que todavía no significan nada.
—Por ahora... es solo, lo mismo que antes pero, tenemos nuestros momentos.
—¿En la casa?
—En su auto.
Esteban me mira con cara boba.
—Acabo de encontrar un envoltorio de forro en nuestro tacho de basura.
—Está bien. Algunas veces en la casa.
—¿Cómo hicieron para que no me diera cuenta?
—No pasaron tantas cosas como te debés estar imaginando. Es difícil con Emma.
—¿Quién sabe?
—Por mi parte... solo vos.
Esteban asiente y levanta los hombros.
—Estoy en completo desacuerdo, pero si lo querés, no estoy en posición de privarte de nada. Nunca me reclamaste que dormía con Cris cuando estabas embarazada. Te debo eso.
Se gira para dejar todo lo del desayuno en la bacha de la cocina y buscando su maletín me saluda con un beso en la mejilla para irse a trabajar.
—Usá la habitación de invitados... no tiene caso que esté ahí para nada. Y no sos una cualquiera Cora, deberías respetarte un poco más en vez de estar haciendo cosas en autos como una suripanta sin casa.
Cuando sonríe siento toda su aprobación como algo nuevo. Son los problemas con mi papá y el hecho que nunca fui suficiente para él lo que me llevan a sentirme tan bien cuando Esteban no se siente totalmente desilusionado. Esto, en este momento, se siente como una situación paternal. Esto es como me gustaría que mi papá se hubiera tomado más las cosas en mi vida. Creo que en el fondo, Esteban lo está haciendo porque sabe cuánto me cuesta digerir la idea de defraudar a alguien. Lo termino abrazando con toda la fuerza que consigo en mis brazos.
—Gracias.— Le susurro al oído. —Gracias, Esteban.
Él entiende que esto no es por la habitación, es algo más. Me está dando algo que nunca tuve antes y me aferro a eso con los dientes.
—Por favor, que la casa no se convierta en el set de una porno heterosexual.
Me río con una carcajada cargada de emociones.
—Te prometo que no.