Cris
Cora aparece por la puerta principal y se queda un segundo viendo todo el espacio. Absorbe cada esquina, cada mueble, cada pared y después da su segundo paso. Nadie más que yo la ve entrar, todos están concentrados en sus cosas. Thiago está compenetrado en coser un par de volados de una falda, Ian está cortando un par de moldes, Micaela está viendo con Berni las fotos de la última sesión y Andy está agachado en la heladera buscando algo para tomar.
Yo levanto la mano en el aire y sus ojos viajan directamente hacia mí. Ella corre los pocos metros que hay entre nosotros y me abraza con fuerza.
—Te extrañé tanto.
Me susurra al oído.
—Yo a vos.
Ella se separa de mí tomando mis hombros con ambas manos. Tiene unas perlas colgando de las orejas que hacen juego con su vestido blanco y sus zapatos de charol del mismo color. Me gusta cómo se deja las medias a la vista que tienen volados y cómo el vestido se ciñe en su cintura dándole una preciosa silueta.
—Llegó la damisela salida de la torre.
Informa Ian y todos se giran para ver a Cora. Ella se toma el tiempo para caminar hasta Berni y saludarla con un beso en la mejilla. Se queda insegura de cómo reaccionar con Micaela pero ella la abraza y le susurra algo al oído. Algo que no puedo escuchar por la máquina de Thiago. Pero cuando él deja de presionar el pedal, el silencio se siente como una manta en pleno invierno. Creo que todos suspiramos de alivio, por tener unos segundos de paz mientras Thiago se presenta con formalidad y aprovecha a medir el escote de Cora con los ojos.
—¿Por qué nunca usamos a esta?
Pregunta él e Ian rompe su postura encorvada sobre la mesa para recibir a Cora entre sus brazos y saludarla palmeando su cabeza como si fuera que ella tuviera diez años menos.
—Es muy bajita.
Responde Ian.
—Soy madre.
Remata Cora. Ella camina hacia la heladera donde Andy está con una lata de gaseosa en la mano. Él se agacha y le da un beso en la mejilla demasiado largo, al cual ella responde apartándose. Se gira y empieza a caminar para pasar por al lado de Berni en el mesón principal, donde Micaela tiene la computadora y posicionarse conmigo en el escritorio principal. Ella se prende en un color rojo imposible de ignorar, sus mejillas son muy pálidas y sus pecas muy prominentes como para ocultar el hecho de que está completamente ruborizada.
—No te preocupes, linda.
Andy se lleva la lata a la boca y le da un sorbo mientras se acomoda en el sillón y todos vuelven a su estado normal.
—¿Dónde está la nena?
Pregunta él levantando la voz.
—Con Esteban.
Le responde intentando conciliar el hecho de que Andy la está viendo como si fuera que es la manzana prohibida.
—Todos saben, Cora.
Le digo. Ella mira a todos a su alrededor.
—¿Le dijeron a Thiago y a Micaela?
—Fue un accidente.— Confieso. —Estaba en una verborragia, haciendo catarsis y se me escapó. Ellos no van a decir nada.— Cora me mira con el ceño fruncido. —Sabían de Esteban. Estaba informándoles de los últimos acontecimientos. Si guardaron mi secreto van a guardar el tuyo. No es como si les importara. Hicieron cosas peores, te lo prometo.
Cora se lleva las manos a las mejillas.
—Preocupona.
Andy se levanta del sillón y toma las manos de Cora parado a su espalda y le da un beso en la base de la cabeza. Deja frente a ella la lata de gaseosa que Cora se lleva a la boca y empina de una sola vez para darle cinco grandes tragos y casi vaciar el contenido de una sola vez. Él escurre las manos sobre su cintura y le deja un beso en el cuello que ella no resiste pero creo que no quiere.