Jimena
—Sé que es necesario, pero es tan difícil estudiar todos los días, no sé cómo la gente lo hace, estoy viviendo en el infierno. No es que la carrera no me guste, pero es tan difícil a veces. No tengo tiempo de maquillarme a la mañana, mucho menos de encontrar un novio. Creo que tengo la edad para sentar cabeza... o empezar con alguien alguna relación larga. Nunca tuve una. Una relación larga. Me gustaría ya encontrar alguien con quien mudarme como Berni e Ian... No es que me quiera casar como vos Cora, no estoy para eso todavía... —Berni me mira con su mejilla apoyada sobre la palma de la mano totalmente tirada por encima de la mesa mientras. —La vida es tan complicada a veces, crecer es horrible, la universidad es horrible. No quiero empezar a pagar impuestos. Cora tiene suerte porque tiene a Esteban y Berni, vos tenés a Ian pero... si sigo así ¿Quién se va a encargar de esas cosas cuando me mude sola?
Cora asiente con la cabeza mientras limpia el chocolate que Emma le acaba de esparcir por toda la camisa blanca. Desde que es mamá no me acuerdo cuando fue la última vez que la vi con ropa sin manchas. Podría igual ponerse algo con más onda, nunca cambió la forma aburrida de vestirse con camisas clásicas de puntilla de colores claros y faldas o pantalones beige. Creo que se sigue resistiendo a la idea de madurar y modernizarse, crecer, pero no puede ser madre y pretender estar impecable usando colores claros. Es obvio que va a estar arruinada con vómito y comida de bebé. Especialmente si le das chocolate ¿Quién le da chocolate a una nena tan chica?
Me quedo contemplando a Emma, a su edad, pero no puedo deducirla, todos los bebés me parecen exactamente iguales hasta que empiezan a crecer y correr por su cuenta gritando "¡Mirá lo que estoy haciendo!". Cuando pueden decir eso en mi mente automáticamente tienen siete años.
—¿Cuánto tiene Emma ya?
Pregunto de la nada interrumpiendo a Berni que está respondiendo algo de ser independiente y qué sé yo.
—Diez meses.
Hay veces que veo a Cora y siento cuánto le gusta ser madre, cuánto le encanta estar con la bebé de acá para allá. Hay veces que veo a Cora y quiero ser madre, hoy no es uno de esos días. Hoy es uno de esos días en los cuales no la envidio para nada y ella se ve sumamente irritada de tener algo colgando de sus tetas completamente. Está arruinada, con el pelo deshecho, manchas y una cara de resignación que me da algo de angustia. Interrumpe mi momento de catarsis con el simple hecho de que no está prestándome atención. Nadie puede hacer catarsis si no hay nadie del otro lado asintiendo y diciendo "Te entiendo".
—Estás demacrada... igual, te lo digo bien, no te ofendas. Pero necesitas un día de SPA urgente, Cora.
Le termino confesando. Ella me mira totalmente rendida, como si ya no le importara nada de nada. Ni siquiera limpiarse el rastro de chocolate que tiene en la mejilla.
—Lo sé, ayer me quedé con Andy hasta la madrugada y me tuve que despertar a la hora para darle la teta a la bestia.
Ella levanta a Emma sobre su hombro quien le tira de un mechón de pelo molesta, cuando Cora mueve la cabeza para que deje de timonear, enseguida empieza a llorar.
Dios mío, hoy no quiero ser madre.
Un novio con plata para viajar por el mundo es lo que tengo en la cabeza en este momento. Todas las ideas de tener una nena se me esfuman cuando la bebé llora y tenemos que parar toda la conversación para que Cora intente calmarla. Me gustaría más bien un perro tal vez, para dejarlo en el patio cuando moleste. Así tener mis momentos de soledad y paz.
No es que no quiera a Emma, me encanta estar cerca de ella, alzarla, cambiarla, comprarle cosas. Pero llega un punto en el cual una quiere continuar con las cosas cotidianas y se hace algo difícil. Un bebé no tiene respeto por el espacio personal, o las conversaciones. Cada vez que estoy contando algo sumamente jugoso, Emma llora o tira algo, o se lleva a la boca algo que no debería e interrumpe todo el clímax de mi historia.