Costumbre

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Andy

Después de este verano, Emma va a cumplir un año. Todo un año completo. Doce meses. Pienso en este próximo verano como el verano cero de su vida y me doy cuenta de que es el primero de muchos más. Cuando Cora la sienta en una pileta con una malla que se compone solo de una bombacha, me río porque empieza a gatear y a salpicar todo, rebalsando el agua que su mamá con tanto esfuerzo puso dentro, con un balde en miles de viajes, para no usar el agua de la pileta que tiene cloro y para que esté tibia.

Cora levanta la mirada decepcionada y la veo más radiante que nunca en su vestido de verano transparente de frutillas coloradas, en contraste a las flores amarillas que crecen en el arbusto del lateral del jardín. El invierno se está escapando de nuestras manos más rápido que antes. La primavera llega con un golpe de calor que nos sorprende a todos.

Es parte de crecer, creo, ver cómo las horas se sienten como minutos y los minutos como segundos.

Ella acomoda un chupete en la boca de Emma, quien en vez de succionar lo mastica con fuerzas y se sienta a su lado en el césped. El vestido se abarrota en sus muslos contra su cintura y me atrapa viéndola con una sonrisa.

—Voy a hacer café. ¿Alguien quiere?

Cora levanta la mirada para ver a su marido en esa chomba blanca y shorts color caqui, quien podría estar disfrutando con pies descalzos pero se aferra a sus mocasines náuticos como si el jardín estuviera lleno de bichos a punto de saltarle a los tobillos si se deshace de ellos.

—Negro.

Específica Cora con una sonrisa, llevándose la mano frente a su cara para tapar el sol.

—Estoy bien.

Le digo con dos dedos en el aire.

Tanteo cómo Esteban se mete dentro de la casa y me levanto de mi silla para caminar con pies desnudos y acuclillarme frente a lo que tanto me está llamando desde que llegué. Le corro un mechón a Cora del cuello y le doy un beso en los labios el cual ella profundiza. Sé que Esteban tiene una reunión con sus amigos de natación "los perfectitos" y por más de que algunas veces los minutos se convierten en segundos, en estás situaciones, se convierten en días completos.

Me reincorporo rápido y vuelvo a mi lugar sin decir una palabra. Esto es lo que hacemos últimamente, es aprovechar cada segundo, cada mísero momento que se puede presentar de forma inesperada. Algunas veces Esteban se va a bañar y Cora salta a mis brazos para solo besarnos por todo el rato que él está dentro de la ducha. Si tenemos suerte y alguna excusa, podemos ir juntos a comprar algo y tardar más de lo normal estacionando el auto en algún lugar recóndito para tocarnos y tener sexo de manera fugaz. Siempre a las apuradas. Siempre con la mayoría de nuestra ropa puesta.

Me gustaría encontrar alguna excusa para tener una noche completa con ella, sé que puedo idear algo, pero también sé que no hay forma de que ella deje a Emma sola y no veo que Esteban pase la noche fuera de la casa por lo pronto. En la planta alta hay dos camas dobles que absolutamente nadie está usando más que solo para dormir. Eso me deprime un poco. Las camas nunca son solo para dormir.

Controlo a Emma y me pregunto qué hubiera pasado con todo, con nosotros, si ella nunca hubiera nacido.

Pero no le puedo pedir nada más a la vida, esto es más que lo que necesito, por el tiempo que dure, estaré satisfecho. Cuando todo cambie, me enfrentaré a lo que venga e ideare otro plan para hacer que todo siga funcionando.

Cora recibe un mensaje y su expresión se vuelve como la de un fantasma, blanca y gélida. Bloquea la pantalla, da vuelta el celular contra el césped, casi enterrándolo, con la fuerza que hace.

MomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora