Sobriedad

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Andy

Tengo una tarde de sobriedad. Una sola. Una en la que no me destruyo con alcohol, o cigarros.

Me despierto mirando el techo y me quedo en mi lugar, con la ropa de hace días, oliendo mal, con la barba crecida y los pies descalzos. No es algo fuera de lo común, así que pienso en ella. Es mi rutina, lo hago todo el tiempo, es mi normalidad, solo tenerla en mi mente, desde que la conocí. Es lo que hago, es parte de mí, es en lo que me convertí, es lo que soy.

No quiero verla, pero me duele estar sin ella. No quiero amarla, pero es lo único que sé hacer. No quiero que me deje atrás, pero no puedo volver con ella.

¿Estará sola? ¿Estará sola con...?

No sé por dónde empezar ni dónde terminar. No sé cómo ordenar todo. Con cada segundo que pierdo, la situación se va más y más de mis manos. ¿Alguna vez estuvo en mis manos? No es como si hubiera tenido muchas herramientas para manejar algo que ni siquiera sabía que existía. No sabía que esto estaba enterrado debajo de esa casa. No sabía que yo estaba teniendo en mis manos todos los fines de semana a alguien que es... Cuidándola como si no fuera que...

Cierro los ojos.

Emma es mi hija.

Emma es. Mi. Hija.

Emma es mi hija. Emma es... Emma es mía. Parte de mí. Emma es producto mío. Emma soy yo, Emma es Cora. Emma es nosotros. Emma es todo nuestro pasado y va a ser nuestro futuro. Para siempre.

Pero no lo puedo conciliar en mi mente. Así como no podía creer que Emma existiera, o fuera hija de Cora, más me cuesta creer que es la mía. O la nuestra.

Me levanto de una corrida para llegar al baño y el líquido de mi estómago aterriza sobre el inodoro de forma violenta. Cuando termino. Miro mi reloj, sé que mi mamá debe estar por llegar de la guardia de la mañana a casa pronto y que Luis debe estar por irse. Si espero media hora debo tener la oportunidad perfecta para buscar ropa sin que nadie me vea.

Entretanto decido buscar en la cocina de Teo algo que no esté vencido para ingerir, tirando a la basura todas las cosas que lo están. Solo encuentro un café instantáneo que hago hirviendo agua en un cacharro viejo, lo tomo en el sillón mientras hago tiempo y me quedo mirando la televisión apagada del living.

¿Se puede pretender que nada de esto pasó nunca?

Cuando se hace la hora salgo de la casa examinando el golpe de mi auto, el paragolpes está casi colgando, el capó está completamente perdido y le falta una luz pero parece que el motor no sufrió ningún golpe que me evite manejarlo por un tiempo. Me subo y evito verme en el espejo retrovisor.

Sos un cagón, Andy. Siempre lo fuiste.

Realmente, solo tengo una sola salida de todo esto.

Manejo hasta la casa de mi vieja, consigo una muda poca convencional y vieja. Quiero estar cómodo. Consigo un jogging, un buzo extra grande que casi me llega a las rodillas, boxers, remera blanca lisa y una gorra y los pongo en una mochila de una de las bandas que me gustaban en la secundaria. Lo hago rápido, sin perder tiempo, sin dejar rastros de que estuve en la casa. Pero antes de volver a lo de Teo, hago una pasada por la casa de una de las amigas de Sabrina. Toco el timbre sin avisar antes por teléfono o algo por el estilo, mi celular no deja de recibir notificaciones.

Hace tres días Ian y mi mamá me llaman sin parar. No puedo hablar con nadie, hablar de esto solo puede llevarme a arrepentirme. Y de ella no recibo ni un mensaje, debe ser que me conoce tan bien que sabe que no pienso atenderle el teléfono, puede ser que no sepa qué decir, puede ser que esté destruida. La dejé en medio de esa calle, con la mano extendida. La imagen me va a perseguir por el resto de mi vida.

MomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora