Ian
Cora entra al departamento vestida con una bata de dormir y zapatillas las cuales están completamente sucias. Me lleva a deducir no solo que está en un estado total de pánico, sino que caminó todo el camino hasta acá. Corrió mejor dicho, por el estado de su respiración densa.
—¿Qué pasa, Cora?
Pregunta B con los ojos abiertos rastreando cada esquina de su cuerpo. Enseguida entiendo que está buscando signos de alguna herida. La lleva hasta la isla de la cocina donde la sienta en una de las banquetas altas y corre para buscar un vaso de agua tomando la jarra que yo deje sobre la mesada.
Me levanto de la mesada para sentarme al lado de Cora en completo silencio. Busco a Berni con la mirada para que me confirme que puedo estar acá, no sé si sabe lo que está pasando y si necesitan privacidad o no. Ella me pide que me quede con un leve movimiento de cabeza que es casi imperceptible para Cora. Descanso el codo sobre la isla y cuando Cora toma el vaso de agua, sin siquiera darle un sorbo, habla.
—Herman, él... estaba...
Cora se detiene y cierra los ojos como queriendo borrar la imagen de su cabeza y lo primero que hago es repetir el nombre en mi cabeza, intentando identificar a alguien que conozca que se llame así, o por lo menos recordarlo cuando me doy cuenta de que no.
—¿Quién?
Pregunto confundido.
—¿Dónde está Emma?
Me interrumpe B y enseguida levanto la mirada para verla, buscando explicaciones pero su mirada está intensa en su amiga, completamente invertida en la nueva situación que tiene enfrente. Su mente ya está computando posibles soluciones.
—En casa con Esteban, durmiendo. No podía dormir, no podía seguir ahí... no puedo hacer más esto. Quiero desaparecer Berni, no sé qué hacer, solo quiero desaparecer.
Cora lloriquea mientras intenta sostener el vaso con ambas manos con todas sus fuerzas para que no se le caiga del temblor que tiene su cuerpo. Cuando veo esa reacción violenta no puedo hacer otra cosa que preocuparme.
—Ok, calmate. Intenta tomar aire y decirme bien qué está pasando, necesito más detalles.
Dice B firmemente, sin una gota de miedo, de duda o de ansiedad. Como si tuviera todo bajo control, como si estuviera tirando de los hilos de una marioneta.
—Herman. Vino a casa hoy.
Me quedo callado con una mano sobre la mejilla la cual siento pegajosa, cuando miro mi palma y mis dedos, noto por primera vez el labial que debo tener esparcido. Me paso la mano para intentar sacar todo el rojo de mi cara pero termino con la mano completamente roja. Me rindo a la mitad.
—¿Y qué dijo?
Continúa B con ese tono alerta, intentando no entrar en pánico. Es su mano relajada y su dedo índice presionando con todas sus fuerzas contra el mármol que me da indicios de que está verdaderamente preocupada. Si no, no sospecharía ni un segundo que se está tomando la situación como una emergencia.
—Que se iba a llevar a Emma, que iba a venir con un abogado y...
Oh. Mierda.
Con eso, tengo más que claro quién es Herman. ¿No dijo Andy que Cora lo estaba engañando con "Hermierda"? Recuerdo unas vagas conversaciones y el extraño apodo se vuelve completamente familiar.
—Cora, tranquila... Si hay abogado, el ADN va a salir negativo y nadie te va a sacar a Emma, todo va a estar bien.
Cora empieza a llorar desconsolada, tengo miedo de que termine llenando el vaso, la jarra y toda la habitación con lágrimas. Tengo miedo de que todos terminemos ahogándonos con todo el líquido que brota de sus ojos. Aunque tendría que estar un poco más preocupado por ella, estoy preocupado por alguien más. Y no es que no quiera a Cora, es solo que sé bien dónde recaen mis prioridades, y en este momento mis prioridades están en otro lado. En una persona que no tiene ni idea del mundo que se está desenvolviendo a sus espaldas. Alguien que no sabe que en menos de cinco segundos, su vida puede cambiar completamente y para siempre. Ese momento parece cada vez más cercano con cada palabra que sale de la boca de Cora.