5 | Kanima.

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| Kanima.

Scott deposita a Tracy sobre la mesa tan pronto como estamos dentro de la clínica veterinaria, haciéndose a un lado para que su jefe la revise

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Scott deposita a Tracy sobre la mesa tan pronto como estamos dentro de la clínica veterinaria, haciéndose a un lado para que su jefe la revise. Me mantengo de pie a un lado de mi hermano, percatándome del hecho de que la cantidad de ansiedad que está emanando en estos momentos es casi tan aparecida a la que emite cada vez que piensa en Theo durante esta semana.

—Las pupilas se dilatan bajo condiciones normales. Su frecuencia cardiaca es de 250 —dice el doc, revisando a Tracy—. Evidencia de injerto de piel en el hombro derecho. Y la sustancia plateada en sus labios es algo que nunca había visto. Casi parece mercurio.

El cuerpo de la chica sufre un espasmo y doy un respingo en mi lugar, oyendo la queja de mi hermano ante el asco que le causa esto.

— ¿Puedes ponerle una inyección? —pregunta Malia al doc.

—No parece tener dolor.

—Pensaba en algo para matarla.

Mi hermano truena la lengua mientras cierra los ojos, avergonzado ante la manera en la que ella está comportándose. Malia usualmente es salvaje y algo agresiva, pero está comenzando a sobrepasar su propio límite.

—Generalmente tengo un código que evita esas medidas —masculla el doc.

—No haremos eso —asegura Scott, hablándole a la coyote.

— ¿Cómo saben que no nos matará?

—Ese es un buen argumento —concede Isaac.

—Como sea, tendremos que decirle a papá que ella está aquí —comunica mi hermano.

—De acuerdo —asiente el único adulto aquí—. Y aunque me opongo a la eutanasia, no me opongo a un poco de seguridad adicional —dice, desenroscando la tapa de uno de sus frascos antes de arrojar la ceniza de montaña hacia la puerta.

Un par de minutos después, con la ceniza eliminando toda posibilidad de que Tracy en algún momento despierte y salga de aquí, la habitación está sumida en silencio. Malia se alejó de la mesa, colocándose cerca de la entrada, y los ojos de mi hermano están puestos sobre la línea negra en la entrada.

—Descuida, Stiles —digo, colocando una mano sobre su hombro—. Tracy no cruzará la línea de ceniza. No irá a ningún lado.

—Sí. Eso es algo que me preocupa —admite.

—Bueno, tú y yo podremos salir de aquí sin problemas —le asegura el doc—. Ustedes cuatro, no tanto —se dirige a Scott, Malia, Isaac y a mí.

Malia frunce el ceño, sin comprender pues nunca hemos utilizado la ceniza de montaña desde que ella se unió a la manada a finales del año pasado, y estira la mano hacia al frente antes de alejarla cuando la ceniza le impide salir.

—Qué raro —comenta.

—Scott, ¿te importaría detenerla? Voy a realizar otras pruebas invasivas —notifica el doc.

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