10 | Sharing a secret with Theo.

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| Compartiendo un secreto con Theo.

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Stiles.

—Bien, ¿qué estamos haciendo aquí si ya viste tu recuerdo reprimido? —le pregunto a Lydia mientras bajo de su auto, el cual ella acaba de estacionar frente al hospital.

La escuela todavía no ha terminado oficialmente, todavía faltan un par de horas para las tres de la tarde, pero Lydia apareció frente a mí hace rato para pedirme que fuera al hospital con ella para ayudarla a descubrir que sucedió durante la cirugía y que fue lo que los Doctores del Pavor le hicieron; mi padre seguramente va a regañarme si se entera de que decidí saltarme clases, pero sabe que de todas maneras iba a hacerlo en algún momento.

—No fue el recuerdo correcto —argumenta, comenzando a caminar; yo no demoro en seguirla después de cerrar la puerta—. Recordé a mi abuela. Nada acerca de la operación, nada acerca de los Doctores del Pavor. Y si leí el libro, ¿por qué no recuerdo todo lo que me pasó con ellos?

—No tengo que saber eso, ¿o sí? —pregunto seriamente.

—No. —Se detiene de pronto, enfrentándose a mí, pero sin mirarme—. Algo pasó durante la cirugía, pero ahora pienso que quizá tenga que ver con que soy una banshee —murmura, quedándose en silencio después—. No es mi recuerdo, Stiles. Es de alguien más —concluye después de unos segundos.

Elevo las cejas con impresión, relamiéndome los labios y comenzando a caminar hacia la entrada del hospital. La madre de Scott está detrás del mostrador en la recepción en cuanto llegamos, sonriéndonos con los labios apretados y dejándonos pasar sin hacer preguntas.

Nos metemos en el elevador y presiono el botón del tercer piso, liderando el camino al quirófano en donde operaron a Lydia hace unos días una vez que las puertas se abren y nos dejan salir. No demoramos en hacerlo, comenzando a andar por el extenso y extrañamente oscuro pasillo.

—Ahí es —le indico, señalando las puertas dobles a unos pasos, mirando por encima de mi hombro varias veces para asegurarme de que nadie nos vea entrar, entrando a la mal iluminada habitación detrás de ella.

— ¿Puedes encender las luces? —me pide.

No digo nada y silenciosamente camino hacia el par de interruptores que están en la pared a mí izquierda, haciendo una mueca cuando nada sucede al moverlos.

—No se encienden —comento lo evidente.

—Pídele a alguien.

—Pensé que esto era más como una cosa auditiva.

—Aun así, quiero ver lo que oigo.

—Tiene sentido —murmuro más para mí mismo que para ella, abriendo las puertas para salir del quirófano. Atravieso el pasillo con pasos rápidos, bajando hacia el segundo piso para buscar a la madre de Scott, encontrándomela después de unos dos minutos de búsqueda—. Lydia está en el quirófano, pero las luces no encienden —le notifico con rapidez.

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