La cabaña

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Eurídice despertó y sintió unos fuertes brazos rodeándola, subió la mirada y se encontró a su amado pacíficamente dormido a lo que ella no resistió la tentación y acarició su mejilla sonriendo, decidió ir a darse un baño pero cuando iba a levantarse sintió un agarre en su brazo y al darse la vuelta vio a Orfeo.

-A donde crees que vas pequeña, dijo Orfeo atrayendo a su amada hacia su pecho

- Perdón por despertarte

- No importa, me gusta que acaricies mi mejilla tan dulcemente y que creas que duermo

- ¿No estabas dormido?

- Claro que no princesa, dijo besando su cuello, tú y to tenemos algunas cosas pendientes.

Y así pasaron unas horas y cuando los recién casados revisaron el reloj se dieron cuanta que habían pasado 5 horas y que la casa era un desastre.

- Ah Orfeo, tenemos que parar, dijo Eurídice entre gemidos

- Pero si tenemos tiempo aún, dijo y siguió besando su cuello

- Ya lo hemos hecho más de 6 veces hoy, ah detente

- Segura que quieres que me detenga

- No hagas eso por favor, dijo sintiendo como le pellizcaba un pecho

- Bien una sola vez y te llevo donde quieras, dijo volviendo a adentrarse en ella y así pasaron unos minutos y finalmente los dos habían terminado

- ¿Te gusto?, pequeña

- Si, dijo acariciando sus sudados cabellos negros, pero tenemos que pararnos ya

- Ven aquí, dijo cargándola y saliendo al lago

-Orfeo ni se te, no termino la oración cuando su esposo se tiro al lago con ella en brazos

-Que decías, dijo mirándola con una sonrisa pícara.

- Orfeo, se quejó su esposa

- Me encanta cómo se ve ese anillo en tu mano, eres preciosa.

- Gracias, tú no te quedas atrás.

Orfeo la besó y volvieron a entregarse en el lago.

- Ya es suficiente, dijo Eurídice intentando soltarse del agarre de Orfeo

- Bien te llevare donde quieras, pero irás cargada.

- Orfeo, por favor

- Nada de eso vamos, ah y también iras desnuda en mis brazos, ya que no pienso dejar esta hermosa vista que tengo

- Orfeo alguien puede verme, porque me haya casado contigo no significa que quiera exhibirme.

- Nadie va a verte, nadie viene por aquí y no permitiría que nadie viera lo que es mío, y que solo yo puedo admirar así que no te preocupes por eso, pensé en todo pequeña

- Es decir que nadie puede vernos

- No nadie, todo está calculado, dijo acercándose a su cuello y besándolo

- Basta

-Bien te enseñaré la casa ah y te tengo otra sorpresa pero esa será para después.

-Bien gracias, dijo sintiendo cómo volvía a atacar su cuello

-Orfeo, volvió a quejarse su esposa, como quieres que preste atención a la casa así.

- Bueno podríamos ver la casa después, que crees.

- Orfeo si que eres insaciable.

- Ya deberías saberlo, pero prometí que te enseñaría la casa, promete que no dejarás que deje de tomarte durante tanto tiempo

- Ah si, dijo Eurídice riendo

- Si, y quisiera hablar algo importante contigo, este mira, dijo bajándola y quitando su camisa para colocársela a ella

- Dime, dijo mirando a su esposo que se la comía con la mirada

- Es que ah mira tú quisieras, dijo no terminando la oración

- Dime, esta bien, dijo acariciando su mejilla a lo que el movió su cabeza al encuentro de esa cálida mano que lo acariciaba

- ¿Te gustaría tener hijos?, dijo bajando su cabeza con vergüenza, nunca había pensado mucho en tener hijos, pero ella era su esposa a la mujer que más amaba, y le gustaría tener un niño o una niña con ella.

Eurídice sonrió y agarró su cara con sus manos levantando su cabeza y sus ojos se encontraron,  y ella besó su frente

- Si, claro que me gustaría tener hijos contigo, dijo besándolo.

El correspondió a su beso y luego juntaron sus frentes y rieron.

Orfeo y Eurídice: una historia de amor como las de antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora