26.

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—Doy asco —me digo a mí mismo viéndome al espejo

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—Doy asco —me digo a mí mismo viéndome al espejo.

He llorado toda la noche por Soonhi. Verla me hace daño, me he acostumbrado a estar lejos de ella, y verla de un día a otro no es nada fácil, aun extraño todo de ella.

Me doy una ducha rápida y salgo antes de terminar llorando en el piso. Me visto con una camisa blanca y unos shorts y tenis negros. Meto otro muda de ropa a mi maleta, una toalla, una botella de agua y desodorante. Tomo mis llaves y bajo para desayunar un coctel de fruta. Entro a mi celular y veo los efectos de Snapchat, aunque nuca publico nada. Me gusta ver los efectos tiernos o graciosos. Cuando termino de desayunar dejo el plato en el fregadero y salgo al patio con mis cosas.

—¡Entrenador, entrenador! —grita la voz de Jimin.

Abro la puerta del auto, lanzando mi maleta al asiento del copiloto y miro a la calle, Jimin viene corriendo del lado contrario, cruzando la calle sin mirar a los lados.

—¿Cómo demonios sabes dónde vivo? —pregunto con irritación una vez llega a mí.

Él jadea, apoyándose en sus rodillas e intentando hablar.

—Jin... Él... Me-Me dijo... —se levanta, apretando su abdomen.

—Lárgate antes de que te atropelle —digo con fastidio y me subo al auto, pero antes de que cierre la puerta Jimin me detiene con un brazo.

—Tae...

—¡Ya, Park! Estás fuera del equipo al igual que él. Pueden meterse al club de canto o cocina, yo que sé...

—No... —traga y toma aire—. Le dirá al director... Lo que... Lo que pasó —aprieta su pecho y toma aire.

—¿De qué demonios habla, Park?

—Sabe que fue usted el que me golpeó, lo dedujo, no sé —se quita y yo salgo del auto, azotando la puerta con rabia.

—Hijo de la...

—Hoy le dirá al director —finalmente logra empezar a hablar bien.

—Dime que puedes detenerlo —digo, tomándolo de la camisa para levantarlo.

—Él... Él no quiere, dice que no es justo, no sé, no me importa.

—¡Joder! —lo suelto, empujándolo y dejándolo caer al húmedo césped.

Hasta entonces noto que Jimin lleva jeans negros, una camisa completamente negra y unos converse blancos.

—Creí que la ropa de chico no era lo tuyo —digo.

—Si venía a su casa vestido como me gusta seguramente mis tripas ya estarían esparcidas en el asfalto, ¿No? —pregunta, levantándose y sacudiéndose las manos.

—Convéncelo de no decir nada si no quieres que tu papi te rompa la cara de nuevo —advierto.

—¡Basta! —me grita—. Me da lo mismo si me golpea, señor Min —sus ojos se ponen rojos e intenta empujarme, pero él es débil y apenas me muevo—. Me importa una mierda si me golpea, estoy tan acostumbrado a los golpes que hay lugares donde me golpean tantas veces que los moretones se repiten hasta parecer cicatrices.

—Me importa una mierda... —le digo, regresándole el empujón.

—Que me golpee, entrenador —se limpia las lágrimas cuando salen—. Pero no me puede echar de mi casa. Me lo advirtió: Si me echan de la escuela él me echará de la casa —se limpia la cara con la camisa y la tierra mancha su prenda.

—¿Y qué quieres que yo...?

—Digamos que Tae mintió. N-No sé... que se confundió.

—¿Qué ganaría yo, zorrita? —pregunto sonriendo ante la idea de que todo aquello le pase.

—No sé... Y-Yo...

—¡Tengo una idea! —exclamo victorioso y él me mira con miedo.

—¿Tiene un plan? —pregunta, con su labio inferior temblando y sus ojos rojos.

—Sólo lo haré si aceptas —me recargo en el auto y me cruzo de brazos.

—Dígame qué es —pide.

—Acepta.

—Primero dígame qué es.

—¿No quieres? De acuerdo, suerte con tu vida de vagab-

—¡Bien, bien, ya, acepto! —grita tomando mi brazo antes de que entre al auto.

Volteo a verlo con una sonrisa que se vuelve una mueca. Su cara ya está sucia por la tierra y lágrimas mezcladas, su labio no deja de temblar y su pecho sube y baja intentando tomar aire.

—Nam y Jin me dijeron que eres bueno en básquet, no les creí pero... Necesito buenos jugadores, y si solo es una broma de ellos, también te afectará —digo con el semblante serio.

—¿Quiere que juegue en el equipo?

—Espera —pongo una mano enfrente—. Antes de nada: dejarás de usar ropa de chica en la escuela...

—¿Qué?

—No volverás a ver a Jin y Nam...

—Pero...

—Y si vuelves a intentar algo como lo de mi oficina, le diré al director.

—Sí, pero...

—Ya habías aceptado, idiota. Ahora sígueme —le digo, dándole un no-suave empujón para que me siga hasta el patio trasero, donde tomo mi balón de básquet.

Le lanzo el balón y él lo atrapa en un movimiento en seco.

—¿Puedes jugar con jeans o le pido un vestido a la vecina? —digo.

Jimin me mira con mala cara y solo gira el balón.

—¿Qué haremos? —pregunta mientras rebota el balón varias veces.

—Crear un álbum e irnos de gira, idiota —digo sarcástico—. Vamos a jugar. Y, como sé que ni de broma me vas a superar, veré si vales la pena para estar en el equipo.

—¿Habla en serio, entrenador?

Le quito el balón en un movimiento brusco y lo lanzo a la cesta, cayendo en el centro sin rozar el aro. Sonrío viendo atrás.

—¿Quieres más comentarios sarcásticos? —pregunto mientras voy a por el balón.

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GYM 彡 yoonmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora