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La limosina era… era de locos, completamente. Demasiado increíble, más por el hecho de que Ashton estaba justo a mi lado sentado con su brazo alrededor de mi hombro y el aroma fuerte de la fragancia de su perfume me tenia embriagada a mi, enamoradas a las mini yo en mi cabeza y a mi estomago revoloteando con libertad.

El ambiente animado de las chicas cantando la canción que sonaba en el estéreo convirtió el viaje en un momento único que complementaron al beber de la petaca con vodka que Miles llevaba. Al llegar al salón de fiesta donde era el baile, admiré la monada de decoración que el comité se había armado, todo era negro con dorado y azul, asemejando un cielo caído por esta  noche.

No tenía otra palabra que no fuese asombroso ni increíble y mágico. El comité tenía mi admiración y felicitaciones.

—¿Quieres algo de beber? —Ashton me preguntó apenas unos minutos después de haber llegado. La sonrisa extendida en su rostro, cordial, alegre y carismática me tenía literalmente embobada, como de costumbre.

—No, estoy bien —le respondí con una minúscula sonrisa.

—Vale —chasqueó—, ¿y un bocadillo?

—Estoy bien, Ash. De verdad —musité en respuesta a su cordialidad.

Junté mis labios en una línea sin saber que decir, me sentía algo —muy— con su presencia y no tenía ningún tema de conversación que sacar a relucir, solté un suspiro después y busqué con la mirada a las chicas que se habían ido a la pista casi vacía de baile. Miles tampoco estaba cerca y Luke… bueno, se suponía que él llegaría dentro de poco menos de una hora.

—Esta muy linda la decoración —murmuré para dar fin al silencio. Una canción de Drake se escuchaba en los altavoces.

—Si, la verdad es que si —observó el rubio, mirándome—, se que aún es temprano pero… ¿Quieres bailar?

La verdadera pregunta era ¿había algo más que hacer además de bailar?

—Si, claro —respondí dudando un instante, en cuanto Ashton se levantó de la silla me extendió su mano y la tomé sintiendo lo fría que estaba y observando como encerraba la mía al ser más grande.

Dejé que me guiara cerca de donde Bri y Paris estaban bailando juntas al ritmo de Bruno Mars. Esbocé una sonrisita cargada de nervios en lo que posaba sus manos en mi cintura y yo colocaba las mías alrededor de sus hombros, estábamos casi a la par, casi del mismo tamaño y sus ojos conectaron con los míos.

—Lexi…—arrastró las palabras en un suave murmuro.

—¿Si?

—Me gustan tus ojos.

Me paralicé, mi rostro se llenó de color al instante en que el calor subió y quise ocultarme detrás de mi cabello entre mis hombros, pero era imposible, y la sonrisita que había en su rostro que dejaba sus hoyuelos marcarse, me tenía casi de rodillas.

Dentro de mi, las muchas mini yo que existían, me hacían barra para ser valiente y que finalmente aprovechara la noche, la ocasión y el instante para soltarle el «me gustas» porque era hoy o nunca.

Solo necesitaba encontrar el momento perfecto.

Y ese no era este preciso segundo, claro que no.

—¿Te gustan? —repetí.

—Si, creo que ya te he dicho que tienen una tonalidad complemente distinta y única —dijo—, son asombrosos, preciosos.

—¿Tienes un fetiche con mis ojos, Reynolds? —alcé las cejas un poquito vacilante y divertida.

 Noches De Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora