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Gigante.

Esa fue la primera palabra que cruzó mi cabeza en cuanto la residencia Heinrich apareció en cambio de visión.

Gigante y lujosa desde afuera, en la entrada había una fuente de agua y tres autos estacionados. Unos minutos atrás se había abierto un portón de hierro forjado y ahora nos estábamos bajando del Cadillac para entrar a la gran casa que muy bien podía pertenecerle a un presidente. Algunas personas entraban y salían llevando cosas, metí mis manos en los bolsillos de mis tejanos y miré a Luke que se detuvo un momento a observar la fachada de la casa antes de subir los escalones hacia la puerta principal abierta.

Le seguí, y todo fue incluso más lujoso que por fuera; un recibidor amplio de paredes blancas y pisos pulidos, cuadros, fotos familiares y extrañas esculturas de decoración; en los laterales Habían escaleras que conducían a un segundo piso con un balcón y al fondo parecía haber una sala de estar.

—Bienvenida a la mansión Heinrich —pronunció Luke a mi lado.

Una lámpara de araña con cristales colgaba sobre nuestras cabezas, al centro, y la pared de fotografías familiares me llamó la atención lo suficiente como para empujarme a acercarme y dar un vistazo; todas tenían el mismo juego de tonalidades y daban esa sensación de calidez en momentos felices.

Mis ojos se detuvieron en una de las fotografías, una que llamó mi atención en específico y deslicé una sonrisita burlona antes de voltear a mirar a Luke, era una fotografía suya cuando estaba más chico, entre diez y once años, su cabello estaba cortado como un honguito y tenía las mejillas rellenas porque estaba gordito. Muy adorable.

Junto a esa había otra, era de Luke y Lucy a los catorce años, ambos vestían elegantes. Ella se veía preciosa con su cabello rizado y largo cayéndole en cascadas por los lados, mi sonrisa cambió a una nostálgica; la extrañaba.

—¿Lucien?

Una mujer mayor de elegante postura apareció al final de un pasillo a la izquierda; vestía costoso, su ropa gritaba diseñador y su cabello rubio lo llevaba a la altura del mentón en un corte bob que le daba un aspecto estilizado. Debía tener entre sesenta y sesenta y cinco años, y por la manera en que se acercó a Luke y lo abrazó con gusto supe que era su abuela.

—Pero que agradable sorpresa tu por estos lados ¿y sin avisar? ¡Qué maravilla! —siguió hablando, sin percatarse de mi presencia—, que guapo, querido.

—Abuela —ensanchó una sonrisa el rubio, deslizando sus ojos hacia mi y la señora lo imitó—, no he venido solo, y en realidad solo estoy de paso.

—¿No estas solo? —inquirió extrañada, después arqueó sus cejas y entreabrió sus labios pintados de un color carmesí—, oh…

Sonreí con un poco de timidez, nada extraño ni raro en mi.

—Ella es Lexs, mi mejor amiga —Luke me presentó.

—¿Lexs? —la señora juntó sus cejas, su tono de voz se mostró confundido.

Di un paso hacia ella y extendí mi mano para estrechársela en un intento de vencer la timidez que me abarcó.

—Alexandra —dije—, pero mis amigos me llaman Lexi y Luke me llama Lexs.

—Ah, Lexi… si, he escuchado varias cosas sobre ti —suavizó su mirada y esbozó una sonrisa minúscula pero amable—, mi nombre es Joline Heinrich y soy la abuela paterna de Lucien.

Estaba tan acostumbrada en escuchar como se dirigían hacia mi mejor amigo por su apodo que me confundía un poco escuchar a alguien dirigirse a él por su nombre real. Luke solo se me removió un poco, algo incómodo, su desagrado e incomodidad por su nombre era notorio, pero su abuela no lo notó.

 Noches De Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora