Comedor Social

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Raquel:

Por fin se acerca el final de la semana, ha sido bastante movida y aunque lo echaba de menos soy más de los acontecimientos simples. No voy a mentir, he pensado más de dos veces en coger un vuelo a París durante sólo una noche para ver si conozco a un chico interesante y guapo que me enseñe la ciudad y que al llegar a la Torre Eiffel ponga una canción sensual y romántica en francés y la bailemos debajo de una noche estrellada. Pero eso sólo ocurre en el maravilloso libro de Alice Kellen y además, yo no soy Ginger, no me parezco nada a ella y estoy segura de que nadie podrá quedar tan cautivado por mí como quedó Rhys de ella y lo más importante, no creo que quede nunca tan cautivada por alguien tan especial cómo fue él para Ginger.

 El feminismo sale de mi cuerpo cuando suena "Better than Revenge"- Taylor Swift y la canto a todo pulmón.

Agotada decido que ese va a ser todo el deporte que haga hoy. Sudorosa entro en la ducha y dejo que el agua fría caiga sobre mí. Nunca me ha gustado el agua caliente, de hecho utilizo el agua caliente como máximo dos veces al año y tiene que ser porque de verdad haga mucho frío. Me pongo dos camisetas interiores y las cubro con una sudadera granate, de parte de abajo opto por unos vaqueros grises pitillo y unas botas para mis pies sin estar muy segura de si iba a llover. Marzo ya había entrado y las lluvias no habían cesado, preocupada miro el tiempo en la aplicación de mi móvil y descubro que a partir de las 15 parará de llover. Puede parecer algo irónico para muchos pero aunque ame el agua fría, odio los días de lluvia y los días fríos.              La mañana se pasa volando y cuando me doy cuenta tengo la habitación llena de papelotes con notas cubiertas, todos mis objetivos para los siguientes meses están escritos ahí y sintiéndome llena de energía para afrontar todo los guardo en el primer cajón del escritorio. Mi madre irrumpe un par de veces para recoger toda la ropa sucia y amontonarla en una cesta de plástico. 

- ¿De quién es este abrigo?- pregunta mi madre cogiendo un abrigo de unas tallas más grande que yo.

La pregunta me coge por sorpresa y me doy cuenta de que ese abrigo se lo cogí al chico extraño en el parque, ya casi lo había olvidado.

- Es uno nuevo que me compré.- miento.

Enarca una ceja sin creérselo del todo pero era la única excusa que podía poner, finalmente lo cuelga con cuidado en la misma percha que una de mis camisas y con aire resuelto sale de mi cuarto, sin cerrar la maldita puerta.

Me levanto para cerrarla y me quedo observando el abrigo unos instantes antes de cerrar el armario por completo. Ese chaval era un auténtico capullo y a mí no me van los capullos.    Olvidándome del tema cojo mi libro y bajo a la planta baja dónde el olor a sopa hace que arrugue la nariz. Asomo mi cabeza por el marco de la puerta y veo a mi padre con aires de chef removiendo un tazo con lo que supongo que es sopa pero simplemente parece agua caliente. 

- ¿Cuánto le queda a eso?- pregunto.

- Pensaba también hacer algo para picar así que media horita.- sonríe.

En mi interior se genera una pelea sobre si continuar leyendo o ver un capítulo de Anatomía de Grey. Finalmente me decanto por lo segundo y dejo el libro sobre el sofá, no hace mucho que empecé la serie pero definitivamente creo que Cristina Yang me representa bastante.                       Termino el capítulo y justo mi padre nos llama para comer, nos sentamos a la mesa y todos intercambiamos miradas incómodas. La sopa no tendría mala pinta si no fuera porque no me gusta y el pescado, bueno... tenía una pinta horrorosa. Reímos y mi madre le da las gracias a mi padre por haber preparado la comida seguido por un beso rápido en la mejilla, él sonríe victorioso y todos comemos.

- Sobre las siete saldré para ir al comedor social, recordad que siempre son los viernes.- aviso.

- Vale, tu padre te llevará en el coche hasta allí para ver cómo es ese sitio.

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