Eva:
Estaba buscando las palabras para negar que estaba nerviosa pero la verdad verdadera es que lo estaba. Una cita, iba a tener una cita, yo, Eva, quién no quería nada serio con nadie iba a tener una maldita cita ¿Cómo había llegado a este punto? No quería darle más vueltas al asunto antes de echarme para atrás del plan.
Tardé más de lo necesario en elegir lo que me iba a poner pero finalmente conseguí salir de casa con la excusa de que iba a "salir por ahí con un amigo".
<<No debería haber llegado tan temprano>> me dije a mí misma al darme cuenta de que quedaban 20 minutos para las seis y estaba frente a un local de crêpes que olía de maravilla. Retuve con todas mis fuerzas el impulso de comprarme un plato de crêpes calientes con sirope, aunque siendo sincera, me iba a pedir uno justo cuando vi doblar la esquina Samuel montado en una moto blanca. <<Las seis en punto>> dije en voz baja.
Frenó frente a mí, apoyó una pierna y se quitó el casco antes de sonreír.
- Hola, preciosa.
¿Qué hacía por dios? Qué asco.
- ¿Qué haces con una moto aquí?- pregunté negándome a responder a ese saludo.
- No habrás pensado que íbamos a ir a dar un paseo por el centro de este pueblo, ¿verdad?, no soy tan aburrido Eva.
- Me alegra oír eso.
- Perfecto, sube Eva, atrás hay un casco para ti ¿O quieres que compremos antes unas crêpes?- me regaló una sonrisa arrebatadora.
- ¿Cómo sabes que estoy loca por probarlas?- me reí.
Él se desternilló de la risa sin contestar a mi pregunta.
Acabé montada en su moto rezando por mi vida mientras me llevaba trozos de crêpes a la boca. Conforme nos alejábamos más de la gente yo me iba encontrando más cómoda al lado de él, desde luego no era mal chico y creo que hablo por los dos cuando digo que nos dolía la boca de reírnos; sobre todo por sus aportaciones a la conversación que se resumían en imitar el ruido de un cerdo y yo atragantarme de inmediato nada más escucharle, bromear sobre cuanto de sexy era comer crêpes en una moto en la primera cita y los sustos que nos pegábamos cada vez que me resbalaba del asiento y lo agarraba con fuerza.
Cuando acabé de comerme mi plato me limpié las manos llenas de sirope en la servilleta. La guardé acto seguido en mi pantalón y rodeé su torso con mis brazos. Respiré hondo tratando de controlar el último ataque de risa y me acosté sobre su espalda robusta. Siendo sincera, el contacto físico nunca había sido mi cosa favorita pero para bien o para mal Samuel se había ganado una confianza conmigo que poca gente se ganaba en tan poco tiempo.
- ¿A dónde vamos?- pregunté intrigada.
- Es una sorpresa, tranquila, no te voy a secuestrar ni nada por el estilo.
Cerré la boca al fijarme en el paisaje que había a nuestro alrededor. A nuestro lado valles con tonos otoñales se abrían dejando ver a veces algún animal salvaje correteando. La carretera estaba llena de polvo, tanto que apenas se veían las marcas blancas en ella pero eso me encantaba, nos habíamos alejado de todo y tan sólo quedábamos un extraño y yo montados en una moto sin tener muy claro el rumbo que tomábamos.
- Tengo que acelerar para llegar a ver el atardecer, agárrate bien.- me aconsejó.
Y así lo hice, me apretujé más contra él y el viaje comenzó a coger velocidad. Mis ojos ya sólo captaban colores: amarillo, marrón, verde, azul... Íbamos deprisa pero el viento parecía ir a su propio ritmo. Dejé caer mis párpados dejándome llevar por las sensaciones, el contacto con Samuel, el viento en mi rostro y mi pelo moviéndose por él. No sé cuanto tiempo pasó cuando mi cabello cayó y el viento cesó. Abrí los ojos, Samuel había parado frente a una colina a la que no le vi nada especial. El sol estaba bajando y Samuel se apresuró a ofrecerme su mano.
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Heridas
RomanceRaquel es una chica que tuvo que construir una coraza alrededor de su corazón para que nadie más pudiera tirar piedras sobre él. Samuel es un chico que tuvo que convertirse en un hombre mucho antes de lo que debería haberlo hecho y que supo manejar...