Una emergencia

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Carlos:

Termino el café y salgo al pequeño balcón para sentarme en una de las sillas blancas de plástico y relajarme. Necesito esto, la paz. Alejarme de todo lo que estoy sintiendo de alguna manera y de las miles de preguntas que quiero hacerme a mí mismo. Sobre la mesa veo mi cuaderno de dibujo, lo dejé ahí ayer después de pintar cuando volví de la fiesta a la que había ido para cuidar de mi hermana. Me gusta dibujar en carbón; mis dedos toman el instrumento y lo deslizan por el papel con seguridad calcando todo lo que pasa por mi mente. No sé cuanto tiempo estoy así pero es el suficiente como para que mi hermana con aspecto igual de horrible que el de su amiga entre al balcón desperezándose.

- Guten Morgen.- saluda ella

(Buenos días)

- Tu amiga se ha ido hace ya bastante rato. Me ha dicho que te dé las gracias por lo que hiciste por ella.

Se asoma al balcón antes de girarse y responder.

- Pobre muchacha, parecía muy sola y triste cuando Samuel se marchó corriendo. Aunque, seguramente fue por su culpa.- se sienta en la otra silla y observa mi dibujo.- Parece un poco rara.

- Si por rara te refieres a que no es igual de imbécil que todas las demás, sí, es muy rara.- apreté la mandíbula.

Sentía un odio tremendo hacia ella, todo lo que habíamos pasado estos meses y lo que siento que todavía nos queda han hecho que despierte en mí emociones que no quiero sentir pero aún así había algo dentro de mí que me incitaba a protegerla.

- Hablaba del dibujo.- responde mi hermana confundida.

Observo los trazos en negro que había hecho para dar forma a un rostro femenino algo turbio.

- En cuanto a Raquel, la chica; os llevaríais bien. Sois muy parecidos.- prosigue Isabella recostando la espalda en la silla.

- No creo.

La posición del sol me indica que es hora de prepararme para ir a trabajar. Me visto y me despido de mi hermana; el cielo está nublado, el viento ha cesado y no hace más de 15 grados.

El metro, rebosante de gente como siempre me estresa y haciéndome paso entre la multitud consigo un hueco entre dos señores. Miro al de mi izquierda con curiosidad, lo conozco; es el mismo que se sentó en febrero a mi lado y me miró de mala gana. Entonces recuerdo a ella, recuerdo su cuerpo y sus movimientos; recuerdo su expresión cuando su novio dejó atrás la habitación después de vernos y recuerdo lo que sentí. Sentí que la perdía, que si ella se alejaba de Samuel por mi culpa se alejaba de mí y eso me enfadó. He pasado la noche sin apenas pegar ojo y ella ni siquiera se fijó en mí esta mañana. Cuando intenté encender la escena me rechazó y las palabras que soltó me dolieron aunque mostrara indiferencia: Eres un sinvergüenza, pareces tan dulce y diferente con tu familia pero eres un capullo. Has arruinado lo que tenía con Samuel y no hacía ninguna falta. Quiero pedirle perdón, necesito hacerlo para que haya paz en mi interior.

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- Buenos días, bro.- saluda Tom cuando me acerco a dejar mis cosas.

- Buenos días, ¿Ha habido alguna llamada?

- Todavía no, el jefe quiere que nos encarguemos del papeleo hoy.

- Estupendo.- respondo de forma irónica.

Esta semana nos habíamos hecho cargo de la excarcelación en un accidente de tráfico y habíamos rescatado a un niño después de escalar hasta la parte más alta de un pino. Hoy rellenaría informes sobre la prevención de incendios forestales y ayudaría al jefe con los asuntos importantes del papeleo. El tiempo no pasa volando pero por fin llega la hora de comer, encontrábamos un hueco sobre las dos de la tarde y teníamos media hora para comer; siempre pendientes al teléfono de emergencia. Me siento al lado de un compañero para comer y charlamos no muy animadamente por mi parte de nuestra familia. Recuerdo que desde el domingo no he sabido nada de mis padres, mi razón para ir a misa es que los puedo ver. A veces se pasan a verme a mi apartamento y otras veces cuando no tengo nada que hacer hago yo lo mismo pero ver a mi hermana pequeña Amelina me da años de vida así que si para verla más rato tengo que ir a misa, voy. Después de comer decido continuar con el trabajo que me queda, el chico de la comida se sienta a mi lado y de vez en cuando saca algún tema de conversación que yo zanjo con monosílabos cortantes. Estoy con lo números cuando Tom abre la puerta alarmado.

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