Comedor social

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Eva: 

Tal vez esta semana no había sido tan intensa con los estudios, pero eso de las Universidades y de las constantes preguntas sobre el futuro me habían tenido al borde de un ataque durante esos días así que cuando en mi móvil salió en la pantalla de inicio la palabra: viernes, sonreí de oreja a oreja verdaderamente feliz.

Buenos días, ¡ya es viernes!

Era un mensaje de Samuel, le había estado dando la tabarra toda la semana con la palabra viernes y era imposible que no se acordara ahora que había llegado el día.

Aquel día me mentalicé de una manera extrañamente positiva para ser yo y decidí que iba a pasar de malos rollos por un día con Alia o con cualquier persona que amenazara con arruinar mi felicidad. Saludé de vuelta a todo el mundo y durante los descansos, Olga y yo ayudamos a Tini a conseguir a un rato a solas con un chico de un curso menor. Podría parecer una tontería pero no llegaba a comprender como a Tini le podía gustar alguien más pequeño que ella. Ni a Tini, ni a nadie. Yo jamás podría sentirme atraída por alguien menor que yo, siempre me fijaba en aquellos mayores que yo, experimentados y con pintas de arruinarme la vida. Sin embargo, Samuel aunque fuera mayor que yo no cumplía ninguna de las otras características. Eso podría significar que lo que yo creía que eran mis gustos no eran del todo acertados.

Tini salió despeinada del despacho de la secretaría seguida del chico y Olga y yo pudimos relajar los hombros. Nadie había pasado por allí, todo había salido bien.

—Hasta esta noche— le dijo él con una sonrisa embobado.

Tini se le acercó y le besó, como si aquellos 20 minutos a solas no hubieran sido suficientes.

—Adiós— se despidió, con una sonrisa ella también.

Esperamos pacientemente a que el chico girara la esquina para soltar un chillido grupal.

—¿Qué tal? ¡Cuéntalo todo!— exigió Olga.

—¿A qué parece un angelito? Pues no lo es para nada— respondió echándose sobre uno de los sillones de la estancia.

—¡Cuenta lo importante!—. Ella sabía a lo que me refería.

—Estaba bien

—¿Era pequeña?— pregunté.

—¡No! Estaba bien, sin más.

—Era pequeña— afirmé esta vez.

Tini se giró y me tiró un cojín a la cabeza.

—¡Está bien! ¡Está bien! Si me preguntan diré que era tan grande como un tanque.

Las tres comenzamos a reírnos y se sintió muy bien. Era como si hubiera descubierto algo nuevo. No fui yo la que rompió el silencio esta vez.

—Gracias, chicas—. Tini nos miró a las dos, se la veía muy feliz.

—De nada, para eso están las amigas- respondí.

Ambas me miraron estupefactas pero intentaron volver a adoptar una figura despreocupada para que no me afectara. En verdad, no lo hacía. Yo tampoco me esperaba decir eso pero había salido de dentro y no me arrepentía de haberlo soltado. Volvimos a clases las tres juntas y cuando salí terminaron todas ellas me di cuenta de que apenas había notado la presencia de Alia.

Regresé a casa después de que sonara el último timbre y me tumbé sobre la cama mirando al techo. No sé cuanto tiempo estuve así, reflexionando un poco sobre todo lo que merodeaba por mi mente hasta que tuve que ir a por mi móvil porque me estaban llamando. Pensé que iba a ser Samuel, pero resultó ser Ana la que lo hacía. Deslicé el botón verde y pegué mi móvil a mi oreja.

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