Capítulo 11: Libertad entre muros

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Narra Serenity

—¿Qué sucedió? ¿En dónde estoy?— fueron las preguntas que me hice mientras poco a poco recobraba el conocimiento. Estaba bastante aturdida, aunque en un principio supuse que era porque la cabeza me estallaba de dolor.

Lentamente intenté enderezarme un poco, para ayudarme me apoyé sobre la palmas de mis manos pero una pequeña punzada en una de ellas y unas náuseas enormes me hicieron entrar en razón y darme cuenta de que me encontraba en una lujosa y cómoda habitación. Tan pronto como me percaté de mi ubicación, los recuerdos de los últimos momentos vividos llegaron a mi mente de forma rápida.

Lo último que recordé fue que ataqué al Emir, sus guardias intentaron someterme pero al ver que no lo lograban inyectaron una solución en mi brazo que poco a poco nubló mi vista y me hizo caer desvanecida.

Desde ese momento hasta ahora no supe que había ocurrido ni cuánto tiempo había transcurrido, pero supuse que me habían mantenido dormida por mucho rato más, ya que al prestarle atención a esa molestia en mi mano noté que una nueva marca de aguja estaba sobre mi muñeca y mi conciencia tardaba un poco en volver por completo.

—¡Señorita Serenity!— se escuchó la voz de Lita entrando a la habitación con algunas cosas en las manos y con una gran sonrisa interrumpiendo mis pensamientos —¡Que gusto que haya despertado!— agregó ella.

—Lita ¿Cuánto tiempo voy a estar aquí?— le pregunté con la voz un poco débil.

—¿A qué se refiere? Le he dicho que una vez que usted entró en los terrenos reales ya no podrá salir.

—Me refiero a la habitación ¿Cuánto tiempo estaré aquí?

—Pues creo que la suerte la ha favorecido. A partir de hoy esta será su alcoba, además, me han sido dadas nuevas indicaciones— ¿Indicaciones? No comprendía a qué se estaba refiriendo Lita pero de pronto me inundé de un gran temor. Si ya de por sí ese hombre había intentado hacerme daño, ahora que lo había agredido, seguramente mi castigo sería mucho peor. Quizás esta vez sí acabaría con mi vida y estaba planeando hacerlo entre estas cuatro paredes.

Estaba llena de confusión y con muchos pensamientos; suposiciones que aparecían en mi mente una tras otra hasta que la voz de Lita me trajo de vuelta a la realidad —El señor Kunzite me ha dejado bajo su estricto servicio, lo cual quiere decir que en lugar de apoyar con las labores domésticas y los requerimientos del palacio, ahora mi único trabajo es ocuparme de su dormitorio y asistirle a usted en todo lo que necesite para que se encuentre cómoda y a gusto.

—Lita, no estoy comprendiendo nada de lo que me dices— le expresé mientras la veía buscar entre los paquetes que llevaba y sacaba de ellos algunos artículos de arreglo personal y ropa nueva —¿Qué harán conmigo? ¿Qué planean ahora? Les advierto que opondré resistencia nuevamente... No dejaré que me hagan daño... Dile a tu señor que yo...

—¡Basta! ¡Cierra la boca!— estaba tan aterrorizada que no me percaté del momento en el que el señor Kunzite había entrado en la habitación y con un tono bastante autoritario silenció mis alteradas declaraciones —será mejor que te des prisa chiquilla, a mi señor no le gusta esperar— el hombre se dirigió a mí para después dar media vuelta e indicarle a Lita algunas cosas que debía realizar
—tú, encárgate de todo, ayúdala con su arreglo personal y ocúpate de que se ponga cómoda, esta habitación será ocupada por ella de ahora en adelante. En punto del medio día, es decir, en dos horas, el señor Mamoru desea entrevistarse con ella en la terraza principal. No lleguen tarde Lita, recuerda que ahora, esta jovencita es tu responsabilidad y cualquier error o atrevimiento que ella tenga te será cobrado a ti, así que sería muy bueno que comenzaras por explicarle las reglas y protocolos del palacio, en especial, que no debe hablar si no se lo han solicitado.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora