Capítulo 13: Un cambio positivo

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Narra Mamoru

—¡Oh por Dios! ¿Que he hecho?— fue lo primero que expresé al ver a esa chica rubia caer desmayada frente a mi, y todo por mi culpa. Aunque me doliera aceptarlo, ella tenía razón, desde la noche en qué la ví por primera vez, no había hecho otra cosa más que causarle sufrimiento sin ningún otro motivo más que el de alimentar mi absurdo ego y demostrar una vez más que yo era quien daba las órdenes y la tenía la única autoridad.

En cuanto ví que su frágil cuerpo perdía la fuerza, no lo pensé dos veces y me dirigí hacia ella para evitar que impactara con el suelo y la tomé en mis brazos.

—¡Mi señor!— Kunzite me habló para llamar mi atención y verificar que mi estado de conciencia fuera el correcto.

—No te preocupes amigo, ya estoy mejor— le respondí sin despegar mi vista de esa indefensa joven que le había dado un fuerte golpe a mi orgullo y a mi sentimiento de superioridad.

Acurruqué a mi víctima sobre mi pecho, me levanté y comencé a caminar ante la mirada expectante de Kunzite y de Lita a quienes les confesé mis buenas intenciones para darles un poco de tranquilidad —no se preocupen, no le haré más daño, la llevaré a su habitación. ¡Kunzite!— me dirigí a mi más grande amigo —ordena al médico que vaya para que la revise— fue mi última indicación antes de salir por el arco de flores de la terraza.

Mientras recorría los largos pasillos de regreso a los dormitorios principales, era observado por toda la servidumbre con la que me cruzaba en el camino. Supongo que para todos, el gesto de llevar a esa joven en brazos era más que increíble pero comprendía su sorpresa pues nunca antes me habían visto hacer algo así.

Seguí el recorrido hasta llegar a la alcoba indicada, abrí la puerta y entré. Con mucha cautela, retiré las mantas que cubrían la cama y de una forma muy suave deposité a Serenity sobre ella, la cubrí y la observé fijamente sin poder despegar mis ojos de ella.

—¡Serenity! ¡Es un lindo nombre! Muy acorde a la serenidad que refleja tu semblante ahora— expresé en voz alta mientras acariciaba de manera tierna ese rostro que ahora se veía tan tranquilo y contrastaba con el que había observado hace algunos minutos producto de mi actitud.

A decir verdad, había mucho en ella que llamaba mi atención. Por un lado, estaba el hecho de que hasta ahora había sido la única persona que había tenido el valor de revelarse a mi y a mis deseos, y por el otro, ese enorme parecido con la mujer que me había criado.

—¡Te pareces tanto a ella! ¿Por qué?— nuevamente hablé conmigo mismo, solo que esta vez fui escuchado por Kunzite quien llegaba a la habitación en compañía del médico.

—¡No lo había notado mi señor! ¡La observé en la terraza y tiene razón! ¡Esa joven tiene bastante parecido con mi fallecida esposa Luna!— me respondió Kunzite mientras nos retirábamos un poco permitiendo que el profesional de la medicina hiciera su trabajo.

—Así es Kunzite, aunque hay algo que no comprendo ¿Cómo es qué una joven que viene del otro lado del planeta puede parecerse a ella? Es muy extraño— respondí sin poder comprender los caprichos que a veces la vida y el destino nos tienen preparados.

—Tal vez solo se trate de eso que dicen, que en alguna parte del mundo siempre hay una persona idéntica a nosotros, o quizá, con un poco más de suerte, ella podría ser...

—¿Tu hija? ¿Eso crees?— interrumpí a Kunzite completando la frase que él intentaba expresar.

—Lo siento señor, sé que es una locura, no debí expresar eso— mi gran amigo intentaba disculparse pensando que su suposición había causado alguna molestia en mi, pero de inmediato respondí para que notara que no era así.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora