Capítulo 36: Un final de cuento (2)

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—¡Ma... Ma... mo... ru...!— no lo podía creer, el hombre de mis sueños de mis tormentos y pesadillas estaba aquí, justo después de cinco años de habernos separado. 

—Perdóname Serenity, perdóname por todo lo que ocurrió y por todo el daño que te hice. Te juro que no era mi intención lastimarte en ningún aspecto. Si estoy aquí es porque en todo este tiempo no he hecho otra cosa que pensar en ti— estaba emocionada por volver a verlo. Lo primero que hizo mi cuerpo fue regalarme esa sensación de mariposa en el estómago que cualquiera presenta al ver a la persona que le agrada, pero al mismo tiempo, una rabia comenzó a hacerse presente en mí. 

—¿Cómo te atreves a decirme eso? ¡Eres un cínico! Si a ti se te olvidó que tienes una esposa, a mí no— fui tajante en mi declaración, esperando con ella, dejar en claro que no sería su concubina. 

—¿Esposa? Solo hay una mujer en este mundo que podría llevar ese título con honor, y si te refieres a Michiru, ella y yo no somos nada— 3n ese momento, Mamoru se acercó de forma lenta hacia mi oído y me susurró algo que me llenaría de alegría y me devolvería el alma al cuerpo. —Si de algo sirve, no me casé con ella. 

Eso sí que me había tomado por sorpresa, ya que el propio Kunzite se había aparecido en mi casa cinco años atrás para pedirme regresar a los Emiratos e impedir esa unión. Si no había sido yo quien lo había hecho, ¿entonces quien? 

—Ya te lo dije— continuó hablando Mamoru. —Solo hay una mujer en este mundo que podría llevar el título de esposa de una manera digna y orgullosa— yo estaba tan emocionada que ni siquiera podía comprender lo que él decía, pero tan pronto como todo se organizó en mi cabeza y en mis pensamientos, caí en cuenta a lo que se refería. 

—Yo no soy de la realeza, no hay nada en mí que pueda interesarle a un príncipe, a ti— exclamé haciendo presentes, de nueva cuenta, mis inseguridades. 

—Desde mis antepasados, no ha habido una reina en mi nación que haya hecho mucho por ella. Mi bisabuela reinó por un corto tiempo debido a una enfermedad que se la llevó a los dos años de haber sido coronada. Mi abuela, no tuvo la fortuna de hacerlo, ya que falleció en el parto, trayendo al mundo a mi padre, y en cuanto a mi madre... Bueno, ya sabes esa parte de la historia. 

—Y si lo que quieres es una reina ¿por que no tomaste por esposa a esa tal Michiru?— fue mi pregunta. 

—Pues porque si ha de haber una reina, deseo que sea alguien preparada, que tenga ambición, deseos de superación y, sobretodo, bondad y un corazón noble, y eso, solo lo tienes tú— me respondió Mamoru al mismo tiempo que sujetaba mis manos y me veía con cierta devoción. 

—Pues te equivocas, yo no soy nada de eso— afirmé soltando con cierta fuerza su agarre. 

—En efecto, estuve a punto de casarme con Michiru. Cuando te fuiste del palacio, creías que yo era un monstruo capaz de asesinar, y aún cuando te contaron la verdad, me dolió que no confiaras en mí. Estaba tan triste que lo único en lo que pensaba era en tener compañía, así que quise aprovechar que Michiri siempre había querido casarse conmigo. Tan pronto como le propuse una alianza a sus padres, estos anunciaron el compromiso, pero justo unos días antes de celebrar la boda, Michiru rechazó el compromiso. Ella me dijo que no quería casarse, al menos no sin amor. Ella habló con sus padres para que la paz entre nuestras naciones siguiera adelante, y ellos, por fortuna, aceptaron— esto si que no me lo esperaba, durante todo este tiempo sufrí creyendo que Mamoru se había casado, y que si ya de por sí, era un imposible, esa condición lo hacía aún más inalcanzable. —En un principio— continuó Mamoru —cuando Michiru se retractó de nuestro matrimonio, enfurecí, pero después de unos días de reflexión, Kunzite me confesó que había venido a buscarte sin éxito alguno, aunque en su intento por que regresaras a los emiratos, se encontró con la sorpresa de que su amada hija planeaba ingresar a la universidad, cosa que me hizo caer en cuenta que si había una mujer que me había llenado de felicidad en todos los sentidos, esa eras tú. Como te dije, mi nación necesita una reina, y qué mejor que una gobernante con todas tus facultades, además de estar bien preparada— finalizó él. 

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora