Tan pronto como el reloj marcó las siete de la noche con treinta minutos, Kunzite hizo su aparición para escoltarme hasta la última reunión de mi itinerario. De forma lenta, sin decir palabra alguna, y sujeta de su brazo, ambos caminamos hacia el comedor principal para reunirnos con Mamoru.
En cuanto llegué al área en la que el príncipe me esperaba, Kunzite colocó mi mano sobre la del mencionado y se colocó detrás de nosotros acompañado de otros hombres que portaban un uniforme militar muy similar al suyo.
—¡Serenity! Luces...— debo admitir que se sentía bien recibir elogios de parte de Mamoru, y más cuando estos eran interrumpidos por un nerviosismo que no se podía explicar.
Estaba apunto de agradecer su cumplido, pero justo cuando intenté hablar, Kunzite anunció la llegada de los cinco Emires restantes y sus respectivas esposas.
En cuanto Kunzite dio el aviso, Mamoru cambió por completo su actitud hacia mí. El simplemente me ignoró, me dejó ahí parada sobre una escalinata y se dirigió al encuentro con sus invitados.
La escena que presencié en ese momento fue aterradora, al menos para mi. Los Emires avanzaban formando un pequeño grupo de hombres mientras sus respectivas compañeras de vida lo hacían detrás de ellos en una acción completamente sumisa y abnegada. En ese momento decidí que no quería ser una de ellas. Yo era Serenity Black y no había sido criada para rendirme ante ningún hombre ni para agachar la cabeza ante nadie.
—¡Un gusto verlos caballeros!— Mamoru se dirigió a sus iguales mientras ellos le regalaban una reverencia de respeto. —He preparado una cena especial para ustedes, después de eso, nos dirigiremos a mi despacho para hablar sobre los últimos acontecimientos de la nación— fueron las palabras de Mamoru mientras los demás hombres asentian con la cabeza.
Tan pronto como Mamoru les indicó el camino, los Emires se dirigieron al gran comedor, y detrás de ellos, las mujeres que los acompañaban, manteniendo la misma actitud de hacía algunos momentos.
—¡Síguenos Serenity!— más que una petición cordial, Mamoru había hecho una imposición severa, pero yo no iba a dejar doblegarme ni por él ni por nadie.
—¡No, Señor!— ante mi respuesta, tanto Mamoru como los demás presentes dirigieron sus miradas hacia mí. —Si no me ofreces tu brazo no pienso acompañarte— al escuchar mis palabras, no solo los presentes pusieron toda su atención en mí, si no que ahora también lo habían hecho Kunzite y el resto de los soldados.
—¿De qué estás hablando? ¿Qué crees que haces? ¿Qué te pasa?— Mamoru se acercó a mí y de manera muy disimulada y con voz sigilosa intentó averiguar lo que me ocurría.
Sin guardar la compostura y elevando la voz para que todos me escucharan, di algunos pasos hacia el frente y hablé. —Pasa que no soy una mujer de arem a la que tú puedas controlar u obligar a hacer tu voluntad— en ese momento, di algunos pasos más para llegar justo al frente de los Emires y ahora me dirigí a ellos. —Buenas noches caballeros, espero me disculpen por está actitud, pero yo vengo de un país occidental y completamente democrático. No estoy familiarizada con sus costumbres, y no planeo hacerlo. En cuanto a ti...— nuevamente giré mi rostro para ver a Mamoru a la cara —...o me ofreces tu brazo para ir a tu lado o me retiro a mi habitación— finalicé cruzando los brazos en señal de autoridad y girando mi cabeza en señal de desagrado.
—¿Acaso te has vuelto loca?—Mamoru gritó de forma exasperada. —¿Acaso se te olvidó cuál es tu lugar aquí?— cuestionó con furia, pero yo tenía todo para contrarrestar sus palabras.
—¿Acaso se te ha olvidado a ti?— mi pregunta dejó un poco desconcertado a Mamoru, pues no comprendía lo que yo intentaba expresar. —Por si lo has hecho, permíteme recordarte que soy la hija de tu general, y como tal, exijo el respeto que me merezco.— En ese punto, yo también me encontraba exaltada.
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EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTE
FanfictionSecretos, una infancia triste y llena de reglas y obligaciones. A veces la realeza no es tan feliz como se piensa... ° Un gobernante desalmado... ° Una joven obligada a estar a su lado, pero decidida a cambiarlo... ¿Lograrán descubrir al ser bondado...