Había pasado una semana desde que recobré la conciencia, por fortuna no había tenido ningún nuevo encuentro con ese tal Mamoru, y francamente, no tenía ganas de hacerlo.
Durante estos días, la única que estuvo a mi lado había sido Lita, la joven cuya única obligación era velar por mi recuperación, mi bienestar y mi salud. Por suerte, ella se había convertido en algo más que eso, poco a poco nos fuimos conociendo y gracias a la convivencia diaria y a su compañía no me sentía tan sola. Era como una amiga, la única que podía tener en todo este lugar.
—¡Quiero decirle algo señorita Serenity!— a pesar de mi insistencia por qué evitara esos formalismos al dirigirse a mí, ella insistía en hacerlo bajo el argumento de que si alguien la sorprendía hablándome con tanta familiaridad serían castigados tanto ella como su familia —esta noche la llevarán a una de las habitaciones del Palacio. Hace unos instantes, escuché al señor Mamoru darle esa órden a su hombre de confianza, Kunzite, mientras yo regresaba de la cocina para recoger sus alimentos. Solo le pido que no comente nada, o de lo contrario, el gran señor desatará su furia contra mi.
Lo que Lita me dijo me dejó impactada, primero ese hombre me mantenía cautiva y aislada del exterior y ahora me llevaría a una habitación en este lugar. Mi sexto sentido me indicaba que eso no era nada bueno. Si planeaba llevarme a alguna alcoba es porque de seguro estaba pensando en un plan para hacerme daño.
—No te preocupes Lita, no comentaré ni una palabra de lo que me has dicho— le respondí afirmativamente ante su petición. Era lógico que no podía traicionar a la única persona en este lugar con la que podía cruzar palabras y que por órdenes mismas del señor Mamoru debía estar a mi completo servicio y dedicación.
El tiempo en esta aburrida sala médica en la que me encontraba transcurría demasiado lento siempre. No había nada que pudiera hacer, nadie con quién hablar ni nada que pudiera distraerme, así que pudo haber sido un lapso de diez minutos el que había transcurrido, pero a mí me había parecido una eternidad. Esperé y esperé para que el momento anunciado por Lita llegara, hasta que finalmente ella apareció nuevamente en compañía de un hombre con muy mal gesto pero con una presencia bastante imponente.
Después de observarlo fijamente durante algunos segundos, me percaté de que ya había visto a ese hombre aquella noche en la discoteca. Era el sujeto que le había impedido el paso a Mina y que me había exigido con tanta frialdad que obedeciera a su señor.
Tenía el aspecto de un hombre que no rebasaba los 40 años. Su cabello era largo con un ligero flequillo acomodado hacia el lado derecho que dejaba al descubierto parcialmente su frente y que le llegaba hasta la altura de su espalda media. Su tono de piel era blanco. Portaba el mismo uniforme militar que usaba aquella noche, muy similar al de sus compañeros. Un uniforme gris, con franjas celestes y un elegante saco sin abotonar. La única diferencia que resaltaba entre el resto de los hombres que custodiaban al señor Mamoru y Kunzite era que usaba una capa de color violeta e interior índigo, señal de su autoridad sobre sus compañeros, la cual estaba decorada con un par de hombreras que a su vez tenían una gema azul en el centro. Se notaba a simple vista que era él quien comandaba la protección de su gobernante.
—Lita, ocúpate de que esta mujer se coloque esto— el hombre se dirigía a ella mientras le entregaba un paquete rectangular completamente cerrado. —¡Y tú! ¡Será mejor que te apresures! Mi señor te está esperando y te advierto que no tiene mucha paciencia, no le gusta esperar— en esta ocasión, el soldado se había dirigido a mí utilizando nuevamente su tono intimidatorio —te estaré esperando tras la puerta, no tardes— fue lo último que dijo para salir y dejarme a solas con Lita.
—¿Qué va a pasar conmigo ahora? ¿Sabes algo más Lita? ¡Dime por favor! ¿Que van a hacerme?— le pregunté envuelta en llanto, angustia, desesperación y un gran miedo.
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EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTE
FanfictionSecretos, una infancia triste y llena de reglas y obligaciones. A veces la realeza no es tan feliz como se piensa... ° Un gobernante desalmado... ° Una joven obligada a estar a su lado, pero decidida a cambiarlo... ¿Lograrán descubrir al ser bondado...