Capítulo 16: Un enigma llamado Luna

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—¡Pobre de mí señor! ¡Ha tenido una vida bastante difícil!— habló Kunzite acunando aún a Mamoru en sus brazos viéndolo con gran ternura, tal y como si se tratara de un cariñoso padre.

—¿Cómo se encuentra? ¿Qué le sucedió? No comprendo muy bien— pregunté mientras me colocaba de rodillas sobre el suelo alfombrado para quedar a la altura de ambos hombres.

—Ha sido solo su pasado, tan doloroso, tan trágico. Mi señor estuvo destinado al sufrimiento desde antes de nacer. Cuando los recuerdos lo envuelven sufre ataques de rabia como el de hace unos minutos, pero le aseguro señorita, que él no es malo, su extraña actitud se debe solo a los momentos tristes y horripilantes que llegan a su mente como un intento de expulsar de su ser todo el coraje que guarda en su corazón.

Me quedé completamente inmóvil, solo observaba la conmovedora escena, y por un extraño instinto me uní a ellos. De forma lenta, dirigí una de mis manos hacia la frente de Mamoru, comencé a acariciar su cabello negro y lo retiré de su rostro que ahora lucía más que relajado.

—No sé cuánto tiempo más pueda resistir mi señor. Tengo tanto miedo de que un día simplemente ya no reaccione, y su mente vuele a ese mundo feliz con el que él tanto sueña. Me aterra la idea de que de pronto... Él...— Kunzite se detuvo un poco antes de continuar su hablar, dió un suspiro bastante profundo y derramó algunas lágrimas.

—¿Que él que Kunzite? ¡Dime! ¿Qué puede pasarle?— pregunté preocupada por Mamoru.

—Él podría perder la razón— en ese momento ese hombre se derrumbó — si mi señor no recibe ayuda lo perderé para siempre un día no muy lejano— Kunzite seguía envuelto en un doloroso llanto, y fue ahí en donde me di cuenta de que además de lealtad absoluta, Kunzite le tenía un inmenso cariño a Mamoru.

—¿Por qué no lo hace? ¿Por qué no busca esa ayuda que tanto necesita para sanarse?— fue la pregunta que hice.

—Se lo he propuesto en múltiples ocasiones, pero siempre se ha negado. El creé que si su condición se hace pública perderá el respeto y el prestigio que tiene, además de que la nación se volvería vulnerable a ataques y conflictos militares. Mi señor tiene muchos enemigos, la mayoría heredados por su padre, gente malvada que no dudaría ni un minuto en aprovechar su mala salud emocional para cobrar una venganza que llevan años guardando.

Esas palabras sí que me habían dejado sorprendida pues al parecer, Mamoru no era la mala persona que yo creía. Era un hombre muy joven que había soportado mucho dolor, y que además de eso, mantenía una imagen tirana y cruel por el bienestar de toda su gente. Ese príncipe que aparentaba arrogancia y prepotencia acababa de darme la mejor de las lecciones de humildad y sacrificio.

—¿Qué podemos hacer por él?— pregunté interesada en el bienestar de Mamoru.

—Desafortunadamente no hay mucho que hacer, pero si sé de alguien que puede apoyarlo, y esa es usted.

—¿Cómo podría hacerlo?— pregunté con un poco de asombro por lo que Kunzite había dicho.

—Mi señor está maravillado con usted— en cuanto escuché esas palabras unos nervios inmensos se apoderaron de mí, tanto que hasta sentí un leve sonrojo subir por mis mejillas ¿Un príncipe estaba impresionado conmigo? Eso sí que era raro —supongo que él ve en usted todo lo que siempre quiso para él. Usted proviene de una familia unida, feliz y cariñosa, cosa de la que él careció totalmente, además, usted tiene un carácter de líder e independencia con bondad al mismo tiempo, situación que por más que él quiera no puede lograr.

Lo que Kunzite había expresado me trajo un sin fin de pensamientos, pero el más importante era mi familia. Me seguía cuestionando ¿por qué no me habían encontrado aún? Tenía la certeza de que Kunzite sabía la respuesta, pero este momento no era el más indicado para preguntarle. Por muy extraño que parezca, había algo dentro de mí que me incitaba a  ayudar a Mamoru a superar sus traumas.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora