Capítulo 25: Sentimientos encontrados

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Había pasado una semana desde que conocí a la madre de Mamoru y pude saber un poco más de la triste vida a la que había sido condenado sólo por el hecho de ser él.

Por más que analizaba lo vivido aquél día, había algo dándome muchas vueltas en la cabeza, y era el hecho de que Mamoru lamentara la tristeza que su madre sufrió al perderlo recién nacido, y el dolor de Luna y Kunzite al no tenerme a su lado y verme crecer.

¿Como era posible que esas tristezas lo afectaran tanto y al mismo tiempo fuera tan insensible con lo que podrían estar viviendo mis padres adoptivos? Si bien era cierto que yo no era hija biológica ni de Diamante ni de Esmeralda, me habían criado desde que era una bebé, me habían proveído de todo lo necesario y me habían dado el afecto y el cariño que solo a un hijo se le puede dar. Aún puedo recordar la voz destrozada de mi padre, Diamante, al otro lado del teléfono mientras Mina y yo nos accidentábamos por culpa de Mamoru y su tonto capricho de poseerme por la fuerza.

En definitiva había dentro de mi pecho múltiples sentimientos encontrados. Por un lado estaba el hecho de que sin duda alguna, sentía algo por Mamoru que él correspondía de una manera bastante buena. Se me había dado más libertad y se me habían retirado todo tipo de prohibiciones. Era tratada con toda la cortesía y delicadeza del mundo tanto por él como por todos los que en el palacio vivían.

Por otro lado, estaba aún la sensación de rencor hacia Mamoru. Le tenía coraje por haber cortado mis sueños, por haber acabado con mi deseo de volar del nido y disfrutar mi juventud, pero sin duda lo que más me desagradaba era el que hubiera hecho sufrir a mis padres, a Mina, y que me hubiera alejado de ellos para siempre.

Quizá ahora yo era en este lugar como una especie de princesa a la que todos respetaban, pero sin duda sería muy feliz en casa, con mi familia.

—¡Serenity! ¿Estás ahí?— sin darme cuenta, Mamoru había tomado asiento junto a mi en la banca del jardín en la que me encontraba.

—¿Cómo?— fue mi respuesta al darme cuenta de que no había escuchado una sola palabra de lo que Mamoru me había dicho.

—Llevo algunos minutos aquí y te he estado llamando pero tú no me respondes. Parece que estabas demasiado concentrada en tus pensamientos. ¿Te ocurre algo? ¿Hay alguna cosa que necesites? ¿Qué te pasa? Cualquier cosa que te suceda puedes contarme. Si deseas algo solo pídelo— mientras Mamoru hablaba con un poco de preocupación, colocó una de sus manos alrededor de mi espalda y me miraba fijamente, demostrando así que en verdad le importaba cómo me sentía.

—¡Estoy bien! Son solo tonterías— respondí con indiferencia y un tono lleno de pesadez.

—Si fueran tonterías no estarías así. ¿Sabes algo? Te noto hasta triste Serenity, y no quiero verte así. Si hay algo que esté en mis manos para verte sonreír, ten por seguro que lo haré— estas últimas palabras estaban llenas de decisión, así que tomando todo el valor posible, me animé a expresar mi más grande deseo.

—Mamoru ¿te duele ver a tu mamá en ese estado verdad?— lancé una pregunta con la que pudiera desatar la madeja de la conversación que quería tener.

—No tienes idea de lo mucho que sufro al pensar que el causante de su estado soy yo. A veces me odio a mi mismo por el hecho tan simple de haber sido concebido. Ese hecho fue lo que condenó a mi madre a vivir el mismo infierno— mientras Mamoru hablaba, rompió el contacto conmigo y apretó sus puños con fuerza contra sus piernas en señal de rabia.

—¿Crees que si te hubieran devuelto a su lado ella estaría sana en este momento?— pregunté intentando con cada nueva palabra llegar al punto clave de la charla.

—Sin duda, ella estaría sana, y desde luego, feliz.

—Yo creo que les hicieron un gran daño, tanto a tu madre, como a Luna y a Kunzite. Los tres vivieron la pérdida de lo más valioso que tenían en la vida— ahora que había hablado no pensaba detenerme. Mamoru me había pedido sinceridad, y eso era precisamente lo que iba a darle.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora