Capítulo 22: Sentimientos sorpresivos

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Pasadas unas horas, después de darle solución a los problemas que atacaban a su nación, los invitados de Mamoru se fueron retirando uno a uno con la confianza totalmente puesta en su máximo representante.

Tras despedir al último de los invitados, Mamoru y yo nos quedamos solos en su despacho, y después de algunos minutos de incómodo silencio, por fin comenzó la reprimenda que ya veía venir después de mi osado comportamiento.

—¿Puedo saber por qué hiciste eso?— me cuestionó con un poco de fuerza en su voz.

—¿A qué te refieres?— respondí cruzándome de brazos y girando mi rostro hacia otro lado como si en realidad no supiera de lo que me estaba hablando.

—¿Por qué me desafiaste enfrente de los invitados?— Mamoru nuevamente lanzó una pregunta.

—¡Ah! ¿Te refieres a eso?— agregué de forma pícara rogándole al cielo que no enfureciera como lo había hecho en muchas otras ocasiones; si había alguien que conocía a ese hombre totalmente enojado, sin duda era yo.

—Sabías de antemano como tenías que comportarte— Mamoru comenzó a hablar mientras se ponía de pie y de forma lenta, dando un paso tras otro y colocando ambas manos detrás de su espalda, entrelazadas, se dirigía hacia mi indefensa persona. —Te expliqué cada detalle de esta reunión— continuó hablando Mamoru sin dejar de caminar —te dí la oportunidad de que estuvieras presente en una asamblea que nada tenía que ver contigo. Te pedí de la manera más atenta que pude, que hicieras las cosas tal y como te las ordené, incluso puse una persona a tu entera dedicación para que te enseñara algunas cosas, y tú... — elevando un poco más la voz, finalmente Mamoru llegó hasta donde yo me encontraba y me sujetó de los hombros con un poco de fuerza. Esperando que viniera un gesto agresivo de parte del príncipe, sólo pude encogerme un poco y cerrar los ojos, pero su reacción me dejó bastante sorprendida.

—¡Lo siento!— expresé en un pequeño sollozo. —Yo no estoy familiarizada con tus costumbres y es muy difícil para mí agachar la cabeza y simplemente obedecer— me excusé mientras Mamoru me observaba detalladamente.

—Dime algo Serenity ¿Me tienes miedo?— preguntó él de forma suave, pero dado mi nerviosismo, no pude responder, solo dirigí mi mirada a sus expresivos ojos negros. —Verás Serenity, hagas lo que hagas y sean cuales sean tus acciones yo te prometí una cosa. Te dije que nunca más volvería a lastimarte, y voy a cumplirlo, no solo por ti, sino también por mi viejo amigo Kunzite, y sobre todo, porque soy un hombre de palabra.

Esto era casi increíble. El hombre más temido se había doblegado ante una simple plebeya caprichosa que se había atrevido a desafiarlo desde el momento en que nuestros caminos se cruzaron.

—¿Puedo saber a qué se debe ese cambio de actitud? ¿No creo que sea solo por Kunzite ni por tu palabra?— pregunté extrañada ante su declaración.

—Pues verás— Mamoru continuó hablando mientras me soltaba y se dirigía a la enorme ventana de la habitación que ocupábamos y dirigía su mirada hacia el exterior —en toda mi vida nunca nadie me había tratado como tú lo has hecho. Ninguno de mis hombres, ningún otro gobernante, ni siquiera Kunzite, que se preocupa tanto por mí, se habían atrevido a desobedecer una de mis órdenes o contradecir uno solo de mis mandatos. Si te soy sincero, creo que ese fue el principal motivo de mi capricho contigo.

—¿A qué te refieres?— cuestioné un poco confundida, pues en el fondo no entendía del todo lo que Mamoru me quería dar a entender.

—Serenity, aquella noche en la discoteca, me humillaste en público. Nunca ninguna mujer se había atrevido a rechazar al gran Mamoru Chiba, pero tú fuiste la primera en hacerlo, delante de los muchos pares de ojos que nos observaban. Cuando yo me acercaba a alguna chica, sólo era cuestión de minutos para que cayera rendida a mis pies e hiciera lo que yo le ordenara, pero a ti, no te impresionó nada en mí. Aún cuando supiste que yo era el príncipe y te ofrecí todo cuanto desearas a cambio de complacerme, una vez más te negaste. Esa rebeldía y tu espíritu guerrero poco a poco lograron crear un cambio en mi persona.— finalmente comprendí las palabras de Mamoru quien hablaba perdiendo aún su mirada en el paisaje que la noche nos regalaba.

—Lo siento— fue mi respuesta. —Te lo dije una vez. Nada de lo que pudieras darme me causaría ningún tipo de asombro. Fui criada por una familia bastante acaudalada que me proveyó de todo cuanto pudiera desear.

—Una familia que aparentemente te compró como se compra cualquier mercancía en el mercado— Mamoru interrumpió mi hablar intentando que yo le diera la razón, pero eso no sucedería.

—Pues comprada o no, esa familia me salvó la vida. De haberme quedado aquí, lo más seguro es que habría muerto en manos de tu padre— sin duda eso sería un golpe bajo, y en realidad lo había sido.

—¡Ahí va de nuevo a atacar mi aguerrida prisionera! — habló Mamoru al darse cuenta de que mi comentario trataba de ser un poco hiriente. Fue hasta ese momento que finalmente el príncipe giró su cuerpo y dejó de observar el exterior para verme ahora fijamente a mí. —Hace una noche muy linda, señorita— con una extraña sonrisa que nunca antes había visto en el rostro del hombre más temido de medio oriente, Mamoru poco a poco caminó hacia mí y me ofreció su brazo cual caballero —¿Sería tan amable de acompañarme? Quiero mostrarle un lugar muy especial.

—¿A dónde iremos?— le pregunté mientras colocaba mi brazo dentro del suyo demostrando con eso que aceptaba su proposición.

—¡Ya lo descubrirás! ¡Confía en mí! ¡Sé que te encantará!— agregó él aún con esa agradable mueca en su rostro.

Así, depositando toda mi confianza en ese hombre, caminé junto a él por algunos pasillos hasta llegar a la parte más baja del palacio en donde una especie de muelle, construido desde luego con todo el lujo del mundo, nos permitió caminar un poco sobre la laguna hasta llegar a un punto en el que podía observarse con toda claridad el reflejo del palacio rodeado por la enorme y brillante luna, regalándonos una increíble postal.

—¡Es hermoso!— respondí con emoción. Esta era la primera cosa que Mamoru me ofrecía que en verdad me sorprendía. En el lugar en el que vivía con mis padres era casi imposible ver un cielo tan bello como este, en verdad era tan mágico como Mamoru lo había prometido.

—¡Serenity!— Mamoru me habló detrás de mí colocando de forma suave sus manos sobre mis hombros. —Eres alguien muy especial para mí ¿Sabes?— esas palabras lograron que me diera media vuelta y observé a Mamoru directo a esos increíblesy expresivos ojos negros que poseía.

—¿Es... pe... cial? ¿Yo?— pregunté un tanto nerviosa pero sin saber por qué.

—¡Serenity! ¡Yo...! ¡No se que pasa conmigo! Solo sé que soy otro cuando estoy cerca de ti. De alguna manera logras controlar mi ira. No se que es esto que siento por ti pero sin duda hay un sentimiento extraño para mí.— con nuestras miradas aún puestas una en la del otro, solo pude observar el rostro de Mamoru acercarse lentamente al mío. Con una delicadeza digna de un príncipe azul, él sujetó ambos lados de mi rostro y de una forma muy tierna colocó sus labios sobre los míos y depositó en ellos un ligero beso al que no opuse resistencia alguna.

La sensación que había experimentado era maravillosa, esta había sido la mejor velada que había tenido en bastante tiempo, y el contacto más cercano e íntimo que había tenido con un chico. En cierta manera, esta noche había cambiado mucho la perspectiva que Mamoru y yo teníamos uno del otro. Con la reunión de los emires pude ver a un hombre fuerte, valiente, responsable y muy maduro, una persona totalmente distinta a la que conocí aquella noche en la discoteca, y él, por su parte, me había confesado tener sentimientos hacia mí.

La pregunta ahora era ¿Que sentía yo por él?

¿Acaso los cuentos de hadas existirían realmente?

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora