Narra Mamoru—¿En dónde estoy? ¿Qué sucedió?— fueron las primeras preguntas que expresé en cuanto recuperé el conocimiento, desafortunadamente no había nadie a mi alrededor. Me encontraba en una de las pocas habitaciones que el Palacio tenía completamente habilitadas para atender cualquier tipo de emergencia a los que aquí residen, y es que nadie a excepción mía y de mis guardias personales tiene el privilegio de disfrutar del exterior de esta construcción. Cualquier cosa que puedan necesitar la encuentran aquí.
—Mi señor ¿Cómo se encuentra? ¿Que le ha sucedido?— la voz preocupada de Kunzite, mi hombre de mayor confianza se escuchó hablar cuando entró por la puerta del frío lugar en el que me encontraba —los soldados me han dicho que esa chiquilla lo golpeó, le prometo que nos haremos cargo de ella— vaya, por un momento había olvidado lo sucedido con esa joven extranjera.
—Gran señor Mamoru ¿Cómo se siente?— cuestionaba el médico de mi Palacio cuando se reunió con nosotros en la misma habitación.
—Me duele un poco la cabeza, siento un leve palpitar que va y viene sin cesar— al parecer ese era mi único malestar físico, ya que en el aspecto emocional, había muchos más.
—No es para menos, esa joven le quebró en la cabeza uno de los jarrones que hay en su habitación. Es normal lo que siente pero con un poco de medicamento pronto se mitigará su dolor.
—¡No quiero nada!— con mi mano alejé el brazo del médico quien se había colocado algunas píldoras en su mano y me las había acercado.
—Pero... Mi señor, es necesario que...
—¡He dicho que no quiero nada!— elevé la voz interrumpiendo al médico para recordarle a ese hombre que aquí el que daba las órdenes era yo.
Al decir eso, di un par de manotazos para retirar de mi cuerpo la frazada que me cubría, me giré hacia la orilla de la cama y me puse de pie, aunque en el intento, esa sensación en mi cabeza me obligó a sentarme de nuevo.
—Señor ¿Que intenta hacer? Es mejor que se recueste— Kunzite se notaba preocupado por mí, y es que además de ser el sujeto en el que más confiaba, también era una especie de padre. Él es un hombre maduro, no tan viejo, apenas llega a los cuarenta y cinco años, ha estado al servicio de mi familia durante los últimos veinticinco años y me ha visto crecer desde el día en que nací, hace veinte años. De igual forma, le tengo un gran aprecio y respeto, sabe lo que deseo y se encarga siempre de cumplir todos y cada uno de los mandatos que le hago al pie de la letra y aunque a veces no está completamente de acuerdo con mis decisiones sabe que obedecer y complacerme son parte principal de su trabajo, además de cuidar de mí y preservar mi vida aún a costa de la suya propia. Gracias al cariño desinteresado que me tiene se ha convertido no solo en todo lo que ya mencioné, si no también en el único amigo sincero que tengo, la voz de la experiencia que me aconseja, y al único súbdito en todo el Palacio al que no me atrevo a levantarle la voz agresivamente.
—No quiero estar aquí Kunzite, deseo ir a mi habitación, pero antes quiero verla— los rostros de mi más grande acompañante como el del médico que aún se encontraba en la habitación me observaron confundidos.
—¿Puedo saber para qué quiere verla? Supongo que será para expresarle cuál será su castigo por haberlo atacado de esa manera— Kunzite sabía cuál era la actitud que yo tomaba ante cualquier persona que se atreviera siquiera a hacerme un insignificante rasguño, pero esta vez no tenía ese deseo.
—Eso no será posible señor— era el turno de hablar del médico —cuando ella lo golpeó los soldados la sujetaron pero ella oponía demasiada resistencia, es una chica muy fuerte— tras esas palabras, muy extrañamente recordé un poco de lo sucedido en mi habitación y por un motivo que yo mismo desconozco di una pequeña y ligera sonrisa a la que mis acompañantes también reaccionaron con un rostro lleno de desconcierto, y es que en verdad creo que nunca antes me habían visto tener ese gesto en mi rostro..
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EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTE
Hayran KurguSecretos, una infancia triste y llena de reglas y obligaciones. A veces la realeza no es tan feliz como se piensa... ° Un gobernante desalmado... ° Una joven obligada a estar a su lado, pero decidida a cambiarlo... ¿Lograrán descubrir al ser bondado...