Capítulo 18: Revelaciones

453 65 7
                                    

Después de revelarme un poco de información acerca de Luna y el misterio de aquella canción que tanto él, Kunzite, y yo conocíamos, Mamoru logró conciliar el sueño. Yo también me encontraba un poco cansada, así que sin darme cuenta, también caí rendida, justo a su lado, y envolviendo mis brazos alrededor de él hasta que un delicado ruido en el portón se hizo notar.

—¡Señorita Serenity…! ¡Yo…! ¡No era mi intención interrumpir…! ¡Es solo que…! ¡Bueno…!— Kunzite había ingresado a la habitación de manera imprevista, y la escena que vio le causó tanta sorpresa que no fue capaz de articular frases concretas y comenzó  a expresar un sin fin de disculpas con un inmenso rubor en su rostro.

—¡Shhh!— coloqué mi dedo índice sobre mi boca y emití un pequeño silbido que indicaba silencio —Baja la voz. No quiero que Mamoru vaya a despertar aún— con cautela solté el cuerpo del príncipe y de forma muy sigilosa me puse de pie. Estaba un poco adolorida por haber permanecido sentada toda la noche, pero estaba segura de que no era nada que no se quitara con un buen baño de agua caliente y un fuerte estirón.

Obedeciendo a las señas que Kunzite me había hecho con sus manos, salí de la habitación detrás de él y nos quedamos algunos minutos parados detrás del portón de madera que dividía los aposentos de Mamoru del resto del palacio. Supuse que el hombre estaba ansioso por saber los pormenores de lo ocurrido con su señor durante la noche, pero yo también tenía bastante interés en platicar con él y obtener algunos datos que no me habían sido revelados aún y que rondaban mi mente sin dejarla tranquila. ¿Qué relación tenía Luna conmigo como para que todos aseguraran que teníamos un cierto parecido físico? No quise preguntarle más a Mamoru sobre eso pues su mente se encontraba bastante aturdida por sus recuerdos, pero si había alguien que sin duda tenía las respuestas que necesitaba, ese era Kunzite.

—¡Discúlpeme señorita! No era mi intención interrumpir su momento con mi señor— de nueva cuenta, Kunzite se disculpaba por su sorpresiva intromisión.

—No tienes porqué disculparte, no estaba sucediendo nada fuera de lo normal. Mamoru solo dormía y yo le hacía compañía. Tuvo una noche difícil— respondí.

—¿A qué se refiere con difícil? ¡Espero que no le haya hecho nada!— aquí había un enigma más para analizar. De nueva cuenta, el instinto sobreprotector de Kunzite se hacía presente, pero ¿Por qué alguien que en un principio intentó dañarme ahora quería cuidar de mí? Y eso nos llevaba una vez más a una sola persona, Luna. Ahora el esposo de esa mujer se preocupaba por mi bienestar.

—No te preocupes Kunzite, no me hizo ningún daño, es solo que compartió conmigo algunos dolorosos momentos de su pasado, para ser exactos, de su niñez y de su familia— esa última palabra que yo había expresado tenía una doble intención, la de iniciar el diálogo que marcara el principio de mi investigación, y la cuál por fortuna funcionó.

—¿Familia? ¿A qué familia se refiere? El señor Mamoru nunca tuvo una como tal, ya se lo había comentado, no comprendo por qué le dijo eso.

—Me refiero a la que formó junto a ti y a tu esposa Luna— ante mis palabras el hombre cambió su semblante sorpresivo a uno lleno de melancolía. No era mi intención remover su dolor, pero quería respuestas.

—Así es. Durante sus primeros cinco años de vida, nosotros fuimos como sus padres. Le dimos protección, apoyo, comprensión y sobretodo, cariño, hasta que su padre lo llevó a entrenar a los campos militares. Estando ahí se vive un verdadero infierno, eso lo sé porque tuve que pasar por un cruel entrenamiento. Hay muchos que no sobreviven a las lesiones físicas, y mucho menos a las mentales. Si yo no perdí la razón fue porque sabía que mi martirio duraría poco, pues tenía permitido regresar a casa una vez al mes para volver a ver a mi esposa y a mi niño Mamoru. Así fue durante dos años hasta que completé mi preparación y pensé que me dedicaría solo a dirigir la guardia de la nación en compañía de mis seres más preciados, pero no fue así, pues también volví para vivir las tres más grandes perdidas de mi vida, dos de ellas, irreparables— en ese momento, la voz de Kunzite se quebró y no pudo evitar derramar algunas lágrimas.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora