•Treinta y cuatrø•

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YoonGi y Jimin ya no se encontraban en su naturaleza lobuna y las cosas no eran tan sencillas. Ninguno de los dos se miraba, ambos ignoraban el fuerte impulso que sentían por correr a los brazos del otro, pues sabían muy bien que en realidad eran sus animales quienes se querían.

Ninguno comentaba ello que les estaba pasando, ignorando si el otro sentía lo mismo o no. A causa de ello, era demasiado incómodo y casi imposible poder concentrarse en otra cosa.

Jimin aclaró su garganta, sabía que debía hablar, pero ¿por dónde comenzaría?

Estaba aturdido, no solo por no saber qué hacer o qué decir, sino porque aún sentía los efectos secundarios del supresor.

—L-lo que sucedió…—comenzó balbuceando—, bien… Ya sabes que no soy como tú.

—¿Lo sé? —susurró YoonGi con la mirada fija en la tierra bajo sus pies. 

—Tu lobo…

YoonGi negó con la cabeza y no lo dejó continuar, no le gustaba hacia dónde Jimin estaba dirigiendo la conversación, pues aún no se perdonaba por haber sido tan débil ante la tentación. —Volveré a tomar las pastillas para poder controlarlo, no tendrás que volver a preocuparte por ello —susurró. 

Jimin sintió una fuerte presión en su pecho y la sensación de ahogo lo sofocó a tal punto que tuvo que sentarse. Aquellas palabras le habían afectado a su lobo, quien estaba sufriendo a causa de ello.

Suspiró, el Alfa frente a él no le estaba facilitando las cosas.

—Fue mi culpa que tu lobo se descontrolara —dijo finalmente.

—¿Por qué crees que es tu culpa, Jimin?

—Por lo que soy —respondió en un leve balbuceo.

—¿Por qué no lo dices y ya?

—Durante toda mi vida, mi madre me prohibió decirlo, y ahora siento como si… Como si yo…

—No tiene sentido —interrumpió—, se supone que ya lo intuyo. Solo necesito que me lo digas tú.

—Siempre se me ha dicho que era la regla más importante, guardarla es como si ella aún estuviese a mi lado, es… Es tonto, lo sé, pero no puedo siquiera…

—Jimin, eres Omega.

El nombrado finalmente levantó la vista y miró a los ojos del Alfa, quien lo observaba con una mirada tan intensa y penetrante, que le caló hasta los huesos.

—Y ¿no te preguntas cómo es ello posible? —balbuceó Jimin evitando nuevamente la mirada del contrario.

—Claro que sí, me pregunto demasiadas cosas… De hecho, hay algunas que temo saber.

—Igual yo. Hay… Hay tantas cosas que desconozco. 

—¿Qué desconoces?

—Mi madre nunca me ha explicado nada referente a por qué soy Omega o por qué ya no hay más como yo, o cómo es que yo… Existo.

—¿Es que nunca has sentido curiosidad?

—Sí, pero no quería incomodarla. Me daba cuenta cuán nerviosa se ponía cuando le preguntaba respecto a mi condición.

—Quizá esté relacionado con la razón por la cual estaban escondidos en el sector muerto. ¿Quién viviría allí a menos que se estuviese ocultando?

—Cuando fuimos tú y yo ese día, supe por primera vez que mi madre era en realidad del sector cuatro. Ella… Ella huyó por mi culpa. —Jimin cubrió su rostro con ambas manos con el fin de esconder las lágrimas que habían comenzado a caer por sus mejillas.

El último Omega || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora