•Setenta y unø•

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En el momento en que el Alfa líder, Jong, escuchó las palabras de su hijo, se quedó estático. No supo qué hacer ni qué decir, estaba bajo la mirada furtiva de toda una aldea, estos seguían gritando para que acabase con la vida de aquel cazador de una vez por todas, pero la única mirada a la que él estaba atento, era la de Sunoo. El jovencito se había posicionado entre ambos como si intentase proteger al Sanguinem con su propio cuerpo.

—N-no le harás daño, ¿verdad, papá? —volvió a insistir.

—Hijo, él es un cazador de Alfas. Un solo acto de bondad no cambiará toda una vida de asesinatos.

HoSeok no prestaba atención a lo que sucedía a su alrededor, mantenía los ojos cerrados con fuerza y sus labios temblaban como si estuviese murmurando algo inentendible.

—Pero ese solo acto de bondad del que hablas, ¡fue el de salvarle la vida a tu propio hijo! —Esta vez habló tan alto, que varios de los allí presentes pudieron escucharlo, ello tan solo empeoró las cosas.

Una apiñada multitud de Alfas hostiles se revolvía, gritaba y protestaba hambrienta de justicia. El guardia encargado de la ejecución, alentado por la turba, levantó de nuevo el arma y apuntó en la cabeza de HoSeok, jamás presionaría el gatillo sin la orden de un superior, pero intentaba calmarlos.

—Baja el arma, mi hijo sigue allí —ordenó Jong. Este se encontraba demasiado aturdido. No quería matar al Sanguinem, pero, él no tomaba las decisiones solo, todo su consejo general debía de estar de acuerdo también, ellos votaban por el pueblo, por ese pueblo cegado de odio que lo único que anhelaba, era la sangre de aquel joven.

—¿Estás seguro de que era él? —susurró a su hijo—, recuerda que los cazadores visten igual. —Insistía porque si Sunoo comenzaba a dudar, entonces ello resolvería el problema.  

—Se llama HoSeok —susurró el menor sin titubeo alguno.

Jong, se acercó unos pasos hacia el cazador y luego se agachó levemente hacia él.

—¿Cómo te llamas? —le habló directamente por primera vez.

—¿Acaso eso es importante? —respondió el Sanguinem en un hilo de voz.

—¡Ya dile! —farfulló Sunoo con la mirada suplicante. Este tenía motivos más que de sobra para odiar a los Sanguinem, era uno de los pocos allí presentes que había visto con sus propios ojos lo crueles que podían llegar a ser, sin embargo, HoSeok no solo le había salvado la vida, sino que le había demostrado que no todos eran unos despiadados asesinos, que no importaba la vida que les había tocado vivir ni el título que podían llegar a tener, al final, cada uno era libre de elegir qué clase de Alfa ser, por esa razón siempre le iba a estar agradecido.

—Me llamo HoSeok.

En ese momento, Jong reaccionó. Su hijo no estaba confundido, realmente conocía al Alfa que le había salvado la vida, no podía mandarlo a ejecutar, tenía que hacer algo.  

—¡Paren la ejecución! —gritó.

Un bullicio de voces descontentas retumbó en el recinto. Estaban enojados y confundidos. Algunos se amedrentaron y quisieron ellos mismos acabar con la vida del joven, pero los guardias se impusieron.

—De prisa, ¡enciérrenlo! —ordenó el líder con prontitud, sabía que era la única forma de preservarle la vida, al menos hasta que pudiese hablar con los Alfas del consejo. Sabía que el Sanguinem aún no estaba a salvo, todos tenían que estar a favor de mantenerlo con vida, o la ejecución se daría sin falta a primera hora de la mañana, y nada ni nadie, siquiera su hijo, iba a poder evitarlo.  

El último Omega || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora