•Veinticuatrø•

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—Es medicina —dijo Jimin sin titubeos mientras sujetaba con fuerza el frasco entre sus pequeñas manos.

—¿Sigues sintiéndote mal?

—¿Qué sucede? —preguntó YoonGi. No había visto lo que Jimin hacía pero sí logró escuchar las últimas palabras que su hermano dijo.

—Jimin se estaba inyectando una medicina.

YoonGi estiró la mano hacia este, aún procurando guardar la distancia.

—Muéstrame qué tienes ahí.

Jimin se sintió desfallecer. No por el hecho de que el Alfa estuviese estirando su mano hacia él, exigiéndole algo con ese tono de voz que le era difícil ignorar, tampoco fue por el hecho de que le estuviese pidiendo algo que tal vez, pudiese ocasionar que se enterase de su secreto, no.

Sino porque en cuanto el Alfa había hecho acto de presencia en aquel lugar, se sintió tan tímido, tan cobarde, tan insignificante, tan… Atraído.

Sí, atraído por una fuerza irresistible la cual no lo dejaba pensar con claridad. Y por ello no logró hallar siquiera una razón, excusa, ni palabra alguna que lo pudiese librar de aquella engorrosa situación. Era como si no tuviese ninguna autoridad sobre sí mismo. Como si su mente y su cuerpo estuviesen desconectados.

Así que, admitiendo sus debilidades, estiró la mano hacia él y le entregó lo que le pedía.

YoonGi observó el medicamento con cierta incertidumbre, alguien que venía de un sector de clase media-baja, pocas veces podía tener en sus manos medicina de laboratorio.

Claro que no le llamaba la atención el hecho de que Jimin sí la tuviese, pues sabía que su madre venía de nada más ni nada menos que el epicentro de los avances en medicina. Claramente tendría los mejores fármacos.

Pero, tras chequear el dorso del medicamento y leer el prospecto, su curiosidad inicial se vio afectada por un notorio desconcierto. Pues aquellas indicaciones, no tenían sentido alguno.

Allí decía que contenía una variante de ácido acetilsalicílico el cual era eficaz para reducir los dolores, calambres y fiebre. A pesar de que apenas había podido leer aquella palabra, estaba claro que jamás había visto algo como ello. En caso de emergencia ¿Inyectarse durante el primer y tercer día del celo? ¿Qué era eso de los tres días? ¿Desde cuándo el celo duraba más de un día?

El estupor que le causó leer aquellas confusas palabras, no le permitió siquiera moverse.

Se limitó a lanzar el frasco sobre las pertenencias de Jimin y no dijo ni una palabra. Temió preguntar, pues no encontraba ninguna explicación a aquello que había leído.

El contrario, quien había estado absorto a la expresión del Alfa, liberó el aire de sus pulmones el cual había estado conteniendo inconscientemente debido al miedo de ser descubierto. Con rápidos movimientos, guardó el frasco dentro de su mochila.

A continuación, lo que hizo que se inquietase, fue que el Alfa, lejos de decir algo, se mantuvo allí como si hubiese echado raíces en el suelo, observándolo con fijeza.

Cada día que Jimin pasaba junto a aquellos Alfas, se sentía cada vez más relajado, aquella seguridad que sentía, venía de la mano junto con la confianza y lamentablemente, la confianza venía precedida al descuido. ¿Cuánto tiempo podría seguir ocultando lo inevitable? ¿Cómo podía alguien ocultar su entera naturaleza?

El último Omega || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora